Reflexiones por Francisco Lara
Para ninguno de los alumnos que cursamos estudios a través del IDEA es fácil llegar a los conocimientos que nos piden. Sin duda, las dificultades que encontramos en el día a día se nos antojan, con demasiada frecuencia, como obstáculos insuperables. El trabajo, la familia y nuestros problemas cotidianos van consumiendo nuestro tiempo y en demasiadas ocasiones termina por doblegar la voluntad de superar las materias en las que nos hemos matriculado. Ante esta situación la tenacidad, el afán de superación y el esfuerzo se antojan como los mejores antídotos capaces de vencer a cada una de esas trabas.
Este es mi segundo año como alumno de esta institución pública, como ocurre con cada uno de los que aquí nos encontramos, la casualidad hizo que me matriculara el pasado año en 2º de bachiller. Un reto que me llegó de la mano de una situación personal que había desembocado en un estado anímico nada recomendable. Muchas eran las inquietudes que me incitaron a comenzar estos estudios, pero quizás la que con más fuerza me empujó fue la necesidad de acreditar unos conocimientos.
En mi caso las dificultades comenzaron desde el principio, la cuestión burocrática frenó en seco mis aspiraciones de comenzar estos estudios. En aquellos días José María Reyes se volcó de una forma totalmente desinteresada en resolver las cuestiones administrativas que impedían llevar a la práctica mi expediente académico.
Tras quedar matriculado, llegaron aquellos primeros días frente a la pantalla de mi ordenador, aunque mi desarrollo personal me ha llevado a utilizar este medio como algo habitual, siempre resulta un entorno incómodo y desconocido cuando te enfrentas a una plataforma que nunca has usado. En esos primeros momentos la incertidumbre se había adueñado de mi voluntad. Me encontré dentro de una comunidad virtual en la que los alumnos exponían sus preguntas, dudas y quejas a diferentes personas que se tornaban en representantes de una institución cuyo último fin es la formación de un grupo de alumnos ampliamente heterogéneo. No tardé en darme cuenta que la voluntad, la profesionalidad y la propia personalidad de cada uno de los integrantes del equipo docente y administrativo del IEDA es de tal calidad que a poco pongamos de nuestra parte, los objetivos que aquí nos proponemos quedan cumplidos.
Mis primeras tareas llegaron a Patricia Balbuena y Consuelo Blanco – Química y Biología-, sus respuestas no tardaron en llegar en forma de correcciones y anotaciones. Unos comentarios cuyo único fin era el de guiarme por la difícil senda de los estudios a distancia. De inmediato me di cuenta de la filosofía que inunda al equipo docente del IEDA, son un grupo de profesionales expertos en la formación de unos alumnos – nosotros- con un perfil y unas necesidades muy diferentes al resto.
Si me pidieran hacer un balance de estos dos años de estudios no tendría más que mostrar mi enorme satisfacción, no sólo por la infinidad de conocimientos que he adquirido sino, sobretodo, por la huella que cada uno de mis profesores ha dejado en mi propia personalidad. No puedo dejar pasar la oportunidad que se me está ofreciendo para mostrar mi profunda admiración y agradecimiento a aquellos profesores que el pasado año han sufrido mis extensos trabajos – Francisco Oñate -, mis profundas dificultades con los idiomas - Marta Villanueva -, mi incapacidad para resumir algunos conceptos claves – Víctor Rivero -, mi ocasional falta de concreción en la redacción de algunos conceptos científicos – Consuelo Blanco- y mis carencias en las notaciones científicas – Patricia Balbuena -. A cada uno de ellos les debo haber logrado superar esos defectos que hacían empobrecer el resultado final de cada uno de mis trabajos.
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