Porque lo que hay que dejar claro es que, aun
cuando este grupo letrado se opuso a la administración española, criticó el maltrato de los negros
o les dio la libertad en la manigua, siguió mirando
al negro con recelo, siguió criticando su cultura y
creó mitos negativos para desacreditarlos, como
los abakuá o la “herencia” biológica.
Tenemos entonces que si en la primera mitad del
siglo XIX la preocupación fundamental eran la
mezcla racial y cultural y el ascenso de una clase
de artesanos y artistas negros que fue diezmada
durante la llamada “Conspiración de la Escalera,”
a fines del siglo XIX las preocupaciones se presentaban como otras, pero en el fondo seguirán
siendo las mismas: el profundo temor que provocaba la otredad, los matrimonios o uniones interraciales, el baile, la música, la religión, junto al
perpetuo temor de una rebelión de descendientes
de africanos.
En tal sentido podemos entender el “miedo al negro” no solo como una fobia física producida por
la conciencia miedosa de la revolución haitiana,
como han señalado algunos,7 sino también como
una fobia cultural por la aproximación de los negros en la vida diaria y su influencia en la cultura
de los blancos.
La literatura costumbrista del siglo XIX en Cuba
se convertirá en el medio predilecto para grabar
estas desviaciones. Será el vehículo a través del
cual la élite blanca letrada tratará desesperadamente de definirse a ella misma y definir a los
otros. En el fondo, era un intento marcadamente
didáctico de reformar el país desde una óptica
blanca de clase media alta, de crear orden y V