Identidades Número 1, Febrero 2014 | Page 74

Porque lo que hay que dejar claro es que, aun cuando este grupo letrado se opuso a la administración española, criticó el maltrato de los negros o les dio la libertad en la manigua, siguió mirando al negro con recelo, siguió criticando su cultura y creó mitos negativos para desacreditarlos, como los abakuá o la “herencia” biológica. Tenemos entonces que si en la primera mitad del siglo XIX la preocupación fundamental eran la mezcla racial y cultural y el ascenso de una clase de artesanos y artistas negros que fue diezmada durante la llamada “Conspiración de la Escalera,” a fines del siglo XIX las preocupaciones se presentaban como otras, pero en el fondo seguirán siendo las mismas: el profundo temor que provocaba la otredad, los matrimonios o uniones interraciales, el baile, la música, la religión, junto al perpetuo temor de una rebelión de descendientes de africanos. En tal sentido podemos entender el “miedo al negro” no solo como una fobia física producida por la conciencia miedosa de la revolución haitiana, como han señalado algunos,7 sino también como una fobia cultural por la aproximación de los negros en la vida diaria y su influencia en la cultura de los blancos. La literatura costumbrista del siglo XIX en Cuba se convertirá en el medio predilecto para grabar estas desviaciones. Será el vehículo a través del cual la élite blanca letrada tratará desesperadamente de definirse a ella misma y definir a los otros. En el fondo, era un intento marcadamente didáctico de reformar el país desde una óptica blanca de clase media alta, de crear orden y V