Identidades Número 1, Febrero 2014 | Page 72

religión africana y católica en las órdenes Abakuá, Regla Kimbisa y Santería, e incluso la labor educativa de las nodrizas africanas. Para esta élite, estas prácticas eran síntoma del desvío y una muestra más de la corrupción que trajo consigo el régimen colonial-esclavista. Representaba un mal que tenían que combatir y por esto, recurrieron no solo a la ley, sino también a las ciencias, la literatura y a la religión para acabar con ellas. En las crónicas y novelas costumbristas del siglo XIX, una de las formas que toma este miedo es la de rasgos “tipicos” y fisonómicos que distinguían a la población negra. En un artículo fundamental para entender estas representaciones, “Black Phobia and the White Aesthetic in Spanish American Literature,” Richard Jackson reparaba en la paradoja de que los mismos escritores que criticaban la esclavitud en sus novelas, representaban comúnmente a los negros como seres inferiores o con características blancas que los separaban del resto. Para Gómez de Avellaneda, por ejemplo, Sab no tenía “nada de la abyección y grosería que es común en gente de su especie”.2 Es un mulato instruido y la Avellaneda describe su alma como “blanca”. Al hacer esto, dice Jackson, la Avellaneda se niega a reconocer la belleza en los negros, y muestra un profundo desprecio por los esclavos. De modo que, en estas novelas, los rasgos físicos serán atributos importantes para saber la posición del narrador y en la medida que se aparten de las definiciones greco-romanas establecidas en la sociedad, el lector podrá leer en sus rostros o en su mirada sentimientos, deseos y aptitudes “abyectas” para los blancos. En esto la literatura antiesclavista cubana seguiría de cerca los presupuestos de la literatura realista europea, que abunda en los retratos de personajes donde convergen lo físico y lo moral. Desde el punto de vista de la lengua, el mismo temor aparece en el debate sobre el lenguaje coloquial o “grosero” de las capas bajas de la sociedad y la influencia de la literatura extranjera sobre la lengua española. Este debate recorrerá todo el siglo XIX. Comenzará alrededor de 1837, cuando Esteban Pichardo y Tapia da a la imprenta su Diccionario provincial casi razonado de voces cuba- 70 nas, y continuará con la gramática de Andrés Bello y las críticas mordaces de los escritores españoles al nicaragüense Rubén Darío. A diferencia del resto de los países hispanoamericanos, que se habían constituido como repúblicas independientes, en Cuba este debate se desarrolla de forma paralela a la instauración de la esclavitud y la instrumentación del “lenguaje bozal” para uso del poder. La primera mención de este lenguaje aflora en una comunicación del obispo de Santiago de Cuba, Morell y Santa Cruz, al convertir los llamados cabildos africanos en ermitas. A fines del siglo XIX reaparece en la Explicación de la doctrina cristiana, de Antonio Nicolás Duque de Estrada. Lo importante en ambos textos es el objetivo de convertir el lenguaje bozal de los esclavos africanos en un arma de dominio de la ciudad letrada, de tal modo que la transformación o imitación consciente de sus diversas variantes fuera un instrumento para transformar las almas y los cuerpos de los esclavos y proteger y mantener la esclavitud. Desde esta perspectiva, el lenguaje bozal de la Explicación… es el lenguaje biologizado con la gramática como signo que reemplaza al ser humano y torna este conocimiento en una forma de subyugación para “salvar” al negro de sus antiguas supersticiones, inculcándoles obediencia a todos los poderes coloniales: la iglesia, el mayoral, el amo y el Estado. Sin embargo, el lenguaje “bozal” que aparece en la doctrina cristiana es fácilmente legible para aquellos que saben español y pueden arreglárselas a través de las omisiones de artículos, sujetos y concordancias gramaticales de este texto. Es un “lenguaje” que, por este motivo, adquiere una sospechosa uniformidad y transparencia, que era justamente la que le permitía a los capellanes, mayorales y dueños de ingenios entenderlo y poder utilizarlo para comunicarse con los siervos. Más tarde, en los escritos de Creto Gangá y José Victoriano Betancourt, este lenguaje será la forma de comunicación por excelencia que usaban los blancos para representar a los negros con la finalidad de reforzar los estereotipos culturales y criticar tales deformaciones del habla. En el lado opuesto del, otro escritor costumbrista, Anselmo Suárez y Romero, pensaba que el lenguaje bozal no merecía mezclarse con el español en la