ria. El reducido núcleo conservador aferrado al poder desconfía de las ideas poco
ortodoxas y de las ambiciones de sus voraces cuadros subordinados, de los cuales,
sin embargo, dependen por completo.
Tengamos en cuenta que, a diferencia de
la cúpula gobernante, no hay un solo secretario del Partido provincial o municipal
de setenta u ochenta años. Tampoco ningún funcionario medio del Estado roza esa
edad. Son ellos los que hacen funcionar el
Estado y las aberraciones institucionales o
las incompletas medidas económicamente
liberalizadoras que regurgitan sus vetustos patrones. Aunque son mayoría, también han sido distorsionados por el ordeno-mando del sistema imperante y, en
consecuencia, tienen sus propios proyectos de poder. Manejan todas las palancas
del Estado y al debilitarse cada vez más el
actual grupo de ancianos con mentalidad
montaraz, esto les permitiría, de no comenzar un conflicto de poder entre ellos,
llegar a un acuerdo interno para intentar
seguir con mando absoluto, excluyendo
cualquier fuerza ajena de la sociedad civil
que iniciara pasos para tener también participación. Intentarían manejar una especie de moderno modelo autoritario, de los
que en la actualidad hay ejemplos en el
panorama mundial.
2) De ocurrir este evento o cualquier otro
que no diera paso a la plena conformación
del Estado de Derecho y la democracia, la
nación se alejaría aparentemente del peligro de la anarquía y los fundamentos del
Estado fallido. Pero eso sólo sería un aplazamiento oneroso, y a la larga generaría el
agravamiento de los males ya descritos.
No podemos llamarnos a engaño y conformarnos con un estimulante progreso eco-
nómico si las libertades siguen conculcadas y la institucionalidad democrática es
sustituida por un modelo de autoritarismo
modernizado y heredable. Emergerían los
males sociales, culturales y económicos
generados con anterioridad y nunca sana,
franca y democráticamente discutidos. Se
volverían algo muy difícil de controlar, tal
como le ocurre a México con el narcotráfico o a Colombia con las guerrillas.
3) La posición geográfica privilegiada de
nuestra isla, tan próxima al mayor mercado del mundo, sería muy atractiva para
muchos intereses. Aprovechando la falta
de solidez institucional y la inclinación
general a la corrupción y a la deformación
criminal en nuestro Estado y sociedad,
otros peligros externos podrían agravar la
situación nacional. Incursionando en el
país, corrompiendo e incorporándose con
su capital y violencia a sectores del poder,
los grupos criminales en plena expansión
continental como las pandillas Maras, el
narcotráfico mexicano y colombiano, las
narcoguerrillas izquierdistas, las mafias
europeas y el terrorismo internacional intentarían hacer de Cuba una base firme, tal
como ahora se intentan apoderar los grupos extremistas islámicos de la justa lucha
del pueblo sirio contra la tiranía de El Assad. Ya sea por un grupo renovado de la
nomenclatura o las fuerzas democráticas
de la sociedad civil en el poder, la nación
tendría instituciones débiles que no podrían impedir, por lo menos en un principio, muchos de estos desmanes y podrían
darse hasta alianzas con aquellas fuerzas
para egoísta provecho. Una situación caótica así, a la larga, forzaría la acción de los
Estados Unidos y otras naciones cercanas
a fin de impedir que en nuestro país se
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