supervivencia. Por la naturaleza castrense de
nuestra sociedad, conformada mediante un mecanismo vertical de disciplina y autoritarismo, así
como por su consolidación estructural para imponer la dictadura, es muy probable que ambas instituciones se consideren de forzada heredad y llamadas a seguir ocupando un espacio privativo no
sólo del liderazgo, sino constituir el liderazgo nacional mismo. Podrían apoyarse y darle participación en el poder a un grupo afín, la enorme masa
de funcionarios de mediana edad que conforman
el Partido y el Estado fraguado conforme a sus intereses. A fin de cuentas, tienen la experiencia de
hacer funcionar un Estado controlador. Además,
el poder que ostentan y del que han dado prueba
en el extranjero, la tradición totalitaria y de enfrentamiento a los Estados Unidos en que se han
configurado, parecen sostener como sensata la
probabilidad de que las presentes estructuras serán difíciles de cambiar voluntariamente desde
dentro. Ante la evidente situación agónica por la
que nos arrastra la desgastada dirección nacional,
ambos cuerpos no han actuado independientemente como salvaguarda del pueblo para impedirlo. Quizá este sólo ejemplo refuerce la perspectiva de que funjan como factores de freno ante la
probabilidad del establecimiento y consolidación
del Estado de Derecho. Un resultado de esta
guisa, inspirado en el modelo chino o pergeñado
desde el ejemplo ruso, por muchas aperturas económicas que produjera, no liquidaría los males
institucionales totalitarios degradados a autoritarismo ni anularía la ausencia de un Estado de Derecho. Estas reflexiones no deben esquematizar el
razonamiento. Para considerar con realismo este
dilema nacional y sus posibilidades, no es sabio
guiarse por supuestos paralelismos históricos o
esperpénticas semejanzas que vayan más allá de
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fatuos e inexactos ejercicios intelectuales. Nuestra futura crisis no es una fórmula empírica, sino
un evento histórico con su propia deriva.
Otros obstáculos
El Partido Comunista es una agrupación en extremo manipulable desde el poder. Hasta hace
bien poco incumplía sin rechistar con uno de sus
principales estatutos: no celebró un Congreso en
doce años. Sin embargo, la posibilidad de mantener la posición privilegiada de único partido autorizado es demasiado atractiva para un sector
acostumbrado al falso papel dirigente de la sociedad. La Asamblea Nacional es la institución nacional más débil. Sus diputados cumplen la función cada vez más formal de aprobar todo lo que
el poder real pone a su firma. No poseen ninguna
legitimidad ni relación directa con los problemas
de sus votantes. Precisamente por eso son adaptables para darle marco de legalidad a la nueva generación de la presente nomenclatura en el poder.
Las “organizaciones de masa” como los CDR, la
FMC, la CTC, la ANAP y un largo etcétera no
tienen ningún peso real. Son estructuras artificiales que se basan en una función de control de la
sociedad, generadas por el concepto del poder que
actualmente nos rige. Es muy probable que, cualquiera que sea la transición, no tenga sentido ni
sostenerlas ni readaptarlas a las nuevas circunstancias.
Consideraciones
1) La democracia y el Estado de Derecho son
las bases imprescindibles para intentar sanar las distorsiones que el prolongado totalitarismo ha generado en nuestro país y
comenzarlo a conducir hacia la estabilidad. Ambos instrumentos de civilización
no van a caer en las faldas de la sociedad
cubana por una deriva mágica de la Histo-