Identidades Número 1, Febrero 2014 | Page 60

supervivencia. Por la naturaleza castrense de nuestra sociedad, conformada mediante un mecanismo vertical de disciplina y autoritarismo, así como por su consolidación estructural para imponer la dictadura, es muy probable que ambas instituciones se consideren de forzada heredad y llamadas a seguir ocupando un espacio privativo no sólo del liderazgo, sino constituir el liderazgo nacional mismo. Podrían apoyarse y darle participación en el poder a un grupo afín, la enorme masa de funcionarios de mediana edad que conforman el Partido y el Estado fraguado conforme a sus intereses. A fin de cuentas, tienen la experiencia de hacer funcionar un Estado controlador. Además, el poder que ostentan y del que han dado prueba en el extranjero, la tradición totalitaria y de enfrentamiento a los Estados Unidos en que se han configurado, parecen sostener como sensata la probabilidad de que las presentes estructuras serán difíciles de cambiar voluntariamente desde dentro. Ante la evidente situación agónica por la que nos arrastra la desgastada dirección nacional, ambos cuerpos no han actuado independientemente como salvaguarda del pueblo para impedirlo. Quizá este sólo ejemplo refuerce la perspectiva de que funjan como factores de freno ante la probabilidad del establecimiento y consolidación del Estado de Derecho. Un resultado de esta guisa, inspirado en el modelo chino o pergeñado desde el ejemplo ruso, por muchas aperturas económicas que produjera, no liquidaría los males institucionales totalitarios degradados a autoritarismo ni anularía la ausencia de un Estado de Derecho. Estas reflexiones no deben esquematizar el razonamiento. Para considerar con realismo este dilema nacional y sus posibilidades, no es sabio guiarse por supuestos paralelismos históricos o esperpénticas semejanzas que vayan más allá de 58 fatuos e inexactos ejercicios intelectuales. Nuestra futura crisis no es una fórmula empírica, sino un evento histórico con su propia deriva. Otros obstáculos El Partido Comunista es una agrupación en extremo manipulable desde el poder. Hasta hace bien poco incumplía sin rechistar con uno de sus principales estatutos: no celebró un Congreso en doce años. Sin embargo, la posibilidad de mantener la posición privilegiada de único partido autorizado es demasiado atractiva para un sector acostumbrado al falso papel dirigente de la sociedad. La Asamblea Nacional es la institución nacional más débil. Sus diputados cumplen la función cada vez más formal de aprobar todo lo que el poder real pone a su firma. No poseen ninguna legitimidad ni relación directa con los problemas de sus votantes. Precisamente por eso son adaptables para darle marco de legalidad a la nueva generación de la presente nomenclatura en el poder. Las “organizaciones de masa” como los CDR, la FMC, la CTC, la ANAP y un largo etcétera no tienen ningún peso real. Son estructuras artificiales que se basan en una función de control de la sociedad, generadas por el concepto del poder que actualmente nos rige. Es muy probable que, cualquiera que sea la transición, no tenga sentido ni sostenerlas ni readaptarlas a las nuevas circunstancias. Consideraciones 1) La democracia y el Estado de Derecho son las bases imprescindibles para intentar sanar las distorsiones que el prolongado totalitarismo ha generado en nuestro país y comenzarlo a conducir hacia la estabilidad. Ambos instrumentos de civilización no van a caer en las faldas de la sociedad cubana por una deriva mágica de la Histo-