luciones. El verdadero desgaste del sistema imperante va más allá de las provectas edades que atosigan a sus miembros o de las incoherencias administrativas. Es de orden político, de inviabilidad del modelo mítico de sociedad que se ha promocionado a diario hasta la náusea. En su rigidez
e insuficiencia, acumula demasiadas deformaciones.Más allá de la “vanguardia” aferrada al poder,
siempre queda la nación maltrecha, la única patria
que tenemos y que tendremos para asumir en el
futuro sólo si hay suerte, empeño, esperanza y,
sobre todo, responsabilidad. Y como cabe esperar, por lo que hemos sostenido unos y repudiado
otros, también con dolor. Esa es una verdad que
permanece por encima de toda diferencia. ¿Bastará el simple y natural deseo de hacernos de
nuevo con un país vivible y de progreso?
La herencia de la nación des-civilizada
Intentemos resumir los daños fundamentales y
muy probablemente heredables que sufre nuestra
sociedad:
a) Una fuerte inclinaci