Cuba. ¿Un futuro fallido?
La democracia y sus retos
Armando Soler Hernández
Periodista independiente
La Habana, Cuba
Suga suga shi
Bofu no ato ni
Tsuki kiyo shi
Renovadora
Después de la violenta tormenta
Sube la luna radiante.
Haiku de despedida del vicealmirante Takijiro
Onishi,
el creador de los ataques tokkotai (kamikaze),
en vísperas de suicidarse.
N
uestro país, ¿tendrá ya designado su destino como Estado fallido? ¿Uno como
Somalia y el Congo, donde la población
pervertida por la pobreza obligada y perenne
identifica para siempre a las autoridades y a sus
fuerzas represivas, sean cuales fueren, como
enemigos y opresores, y no como salvaguarda
ante la anarquía? Lamentablemente, así parecen
indicarlo las circunstancias actuales. El discurso
oficial sigue una ruta que evade aceptar las realidades y las tendencias mundiales hacia la interrelación e integración bajo premisas de libertad y
democracia. Este desvío, erizado de perjuicios y
atrasos, viene deteriorando desde hace mucho
tiempo el nivel de civilización occidental que, por
cultura e historia, Cuba había alcanzado en la década de 1950.Por lo pronto, los resultados son
bien visibles. La sociedad cubana desconfía del
Estado, de sus mecanismos de orden y gobierno,
y de su vago proyecto de modelo de economía y
nación. Y no cabe esperar otra actitud. El totalitarismo por más de medio siglo ha dejado una dura
impronta. El grupo en el poder ha gobernado secretamente, imponiendo de súbito leyes que restringen derechos universales o saltan el propio orden constitucional. Así, la economía y la sociedad
que le da vida han sufrido una grave deformación.
Pese a todas las promesas y medidas parciales, la
nación se ha transformado en un sitio pobre, represivo, sin esperanzas para un futuro personal y
colectivo de firme progreso. El resultado es un pequeño país miserable, del cual sus pobladores más
jóvenes y capaces continúan huyendo en cuando
pueden. El envejecido grupo gobernante no parece aceptar esta realidad y mucho menos es capaz de encontrar otra alternativa que no sea permanecer rígidamente aferrado al poder y proclamándose como los únicos capaces de definir so-
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