Identidades Número 1, Febrero 2014 | Page 19

Y como siempre sucede en Cuba, los afrodescendientes son las principales víctimas de las atrofias y desventajas que aquejan a nuestra sociedad. El mapa socioeconómico de esta Isla en permanente retroceso refleja claramente una polarización social muy desfavorable a este segmento de la sociedad. Las provincias, los territorios y los enclaves de mayor pobreza y retraso social son los de población afrodescendiente mayoritaria. Las transformaciones y parciales aperturas económicas no favorecen a los afrodescendientes, que definitivamente no cuentan con las condiciones y las bases materiales para insertarse con reales posibilidades de desarrollo en un ambiente económico competitivo sin apoyos estatales efectivos. Una de las tragedias mejor ocultadas ha sido la proliferación de docenas de villas miserias que ensombrecen el panorama de casi todas nuestras ciudades. La incapacidad demostrada por el Estado para cumplir el compromiso de garantizar a todos los ciudadanos condiciones de vida decorosas provoca que muchas familias, en su inmensa mayoría afrodescendientes, se reubiquen por su cuenta en estos enclaves, donde nacen y crecen generaciones de cubanos en deplorables condiciones de vida, y donde mayores y niños son considerados ilegales en su propio país, amén de ser privados de muchos derechos legalmente reconocidos. Es irritante ver cada día, en los espacios informativos nacionales, cómo las autoridades se vanaglorian de la consagración con que especialistas cubanos atienden las necesidades y urgencias de muchos necesitados en varios continentes, mientras tantos cubanos afrontan el duro día a día sin respaldo del Estado ni los necesarios mecanismos de protección social para aliviar en alguna medida las muy difíciles condiciones de existencia en un país con economía totalmente colapsada y dispuesta a enfrentar profundas transformaciones que pueden complicar de manera considerable el panorama socioeconómico futuro. El panorama social se hace más complejo, sobre todo porque los ciudadanos y la sociedad civil definitivamente no cuentan con independencia ni con los espacios que precisan para poner los problemas y traumas en el orden del día y discutirlos a través del debate más abierto y transparente. A pesar de evidente deterioro económico y social, los gobernantes viven tan lejos de las crudas realidades sociales y están tan ocupados en mantener su poder y privilegios y, sobre todo, en contener el creciente descontento de los ciudadanos, que carecen de la sensibilidad humana y social para atenuar los lamentables efectos de la deplorable herencia que dejarán a la Cuba del futuro. 17