Identidades Número 1, Febrero 2014 | Page 10

extranjera e incluso, por una maniobra mediática de confuso origen, llega a convertirse en prototipo de la corrupción administrativa que azota al país. Es la historia de siempre, desde los tiempos de la colonia española. Los mandamases corruptos, dueños de las instituciones, hacen la ley y adoptan la trampa, apropiándose del monopolio de la impunidad, desde donde tipifican, juzgan y condenan cómodamente los delitos que cometen los de abajo. El desfalco del subdirector económico de Servicios Comunales en La Habana Vieja, sin dejar de ser repulsivo, como delito al fin, es poca cosa cuando lo comparamos con lo que pudo defalcar el Presidente del IACC mientras gozó de absoluta impunidad durante tantísimos años. Ahora resulta que es aquel pobre diablo quien representa, ante la vista pública, el prototipo de la corrupción administrativa que el gobierno dice combatir radicalmente. Para colmo, parece que con la aviesa intención de presentarlo ante el público como la encarnación del mal en sí mismo, consiguieron que el susodicho subdirector económico no sólo confesara sus culpas ante cámaras y micrófonos, sino que lo hiciera con la mayor frescura, incluso con desparpajo, de modo que al verlo los espectadores sintieran repugnancia y desprecio, con lo cual quedaba dictada a priori la condena general, sin dejar fisuras para el análisis sobre las causas profundas, y no las aparentes, de su delito. Quisiera creer que ha sido puramente casual que tanto este subdirector económico de Servicios Comunales como la mayoría de sus cómplices fueran negros. Pero no es posible pasar por alto el detalle de que, siendo negros, su actitud delictiva, amén de su desfachatez, resultaría de más fácil y rápida asimilación por un público que arrastra el racismo como herencia de sangre y está acostumbrado a familiarizar la piel oscura con lo marginal y la infracción. No en balde las cárceles cubanas están repletas de pequeños transgresores negros, al tiempo que los grandes mafiosos (que ya los hay en Cuba y son blancos) compran su libertad a los jueces, y la nomenclatura del poder se gasta 8 una vida fastuosa, muy por encima de sus salarios, sin que existan mecanismos legales para exigirles que aclaren tal contradicción públicamente. Los verdaderos corruptos ¿Se ha propuesto en serio la Contraloría General de la República identificar y procesar a los funcionarios corruptos? No me consta. Si ese fuera su plan, no le encuentro explicación a que no haya trascendido a la publicidad ni un solo caso en que ordenara auditar el nivel de vida de los grandes jefes y sus familiares, verificando el desorbitado monto de sus gastos contra el de sus salarios formales. ¿Ignora esta entidad que el nepotismo es una de las manifestaciones de corrupción más extendidas entre la alta jerarquía del régimen? Claro que hay regulación destinada a impedir la práctica del nepotismo entre los dirigentes intermedios, a nivel de las empresas. Pero no pasa de ser una formalidad, que tales funcionarios violan con la mayor sencillez, intercambiándose favores entre sí. Uno coloca en los mejores puestos al familiar del otro, y el otro, en reciprocidad, hace lo mismo. En cualquier caso, esta fórmula no cuenta para la gran nomenclatura, pues ni siquiera fue concebida para ellos. De la misma incomprensible manera en que los jefes de la revolución se apropiaron gratuitamente de las residencias de los millonarios que habían obligado a huir del país, y que luego se han gastado niveles de vida absolutamente inaccesibles para las mayorías, hoy propician impunemente que sus hijos y otros familiares vivan como millonarios en medio de una crisis sin precedentes para la economía nacional, engendrada por ellos mismos. Por increíble que parezca, el nepotismo, al igual que otros tantos delitos relativos al abuso de poder, ha llegado a convertirse en elemento del paisaje cubano. Es como esas auras tiñosas que sobrevuelan a diario la raspadura del Comité Central: están siempre ahí, pero ya ni siquiera levantamos la vista para mirarlas, pues las sabemos merodeadoras de una altura que no se encuentra a nuestro alcance.