La callada molienda (I)
Reseña bibliográfica
Boris González Arenas
Historiador y cineasta
Blog Probidad
La Habana, Cuba
L
o cotidiano no puede ser conmovedor: no
puede cortar el aliento, nublar la inteligencia o estimular el llanto de manera
continua. Quien no ha visto pasar un carro a gran
velocidad por una carretera recién asfaltada puede
maravillarse del ingenio humano y permanecer
estupefacto por horas, meses o años, hasta que su
estupefacción mengua. El soldado que ve morir a
su compañero en el comienzo de una experiencia
militar sufrirá una conmoción propia de novatos,
muy distinta de la que tendrá si consigue seguir
guerreando por dos o tres años, sorteando vísceras
y miembros de quienes conversaban con él minutos antes.
La conmoción es también una forma de enajena-
tiempo y su energía, hace girar su entendimiento
en torno a ello. Si viviéramos conmovidos el universo sería un escenario con un solo objeto, el que
conmueve; y un solo personaje, el conmovido.
La conmoción es necesariamente un sentimiento
extraordinario.
El libro La callada molienda (La Habana: Ediciones La Memoria, 2011), Premio Memoria 2012,
otorgado por el Centro Pablo de la Torriente
Brau, recoge testimonios de obreros azucareros
cubanos de la provincia de Matanzas, y muestra
la condición material y emocional en que quedaron cuando en 2002 se cerraron la mayoría de los
centrales de Cuba y, con ellos, se desactivó una
estructura productiva que contenía desde el tra-
Central azucarero destruido
ción; el individuo conmovido se centra con obsebajo puramente agrícola hasta las formas más essión en aquello que lo conmueve, le dedica su
pecializadas de comercialización internacional,
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