Fayad Jamís, que siempre nos había apoyado. Yo
creo que la edición del festival Poesía sin Fin, que
estábamos organizando, amenazaba tener más repercusión que las anteriores, y es que ya había
mucha gente hastiada de las instituciones volviéndose hacia las productoras independientes,
OMNI, Matraka…1
Y creo que la expulsión fue, además, resultado de
un conflicto de intereses entre las mismas autoridades locales. OMNI siempre fue muy visible con
los performances en la calle, los happening, los
grafitis, una estrategia que usamos con toda intención desde el inicio, pero que va en contra de la
política institucional. Y así como había funcionarios que no hacían lo que les tocaba y se estaban
acreditando nuestro trabajo, había también detractores que veían en nosotros un peligro potencial. Así que cuando ocurre el performance de Ailer y su grupo de Teatro Espontáneo, el 10 de diciembre, día de los Derechos Humanos, (una fecha que aquí está satanizada), fue justo lo que necesitaban, el chivo expiatorio. ¿Cómo me afectó
todo esto? Me llevó a centrarme más en mi proyecto personal, que había estado sacrificando en
función de una obra colectiva. OMNI siempre fue
una fusión de proyectos y al individualizarnos,
cada uno sigue promoviendo desde sí lo que fue
OMNI. Para mí no es pérdida, es ganancia total.
Vega: Con la expulsión se difunde oficialmente
que OMNI es un grupo contrarrevolucionario,
¿cómo cambió su vida esta estigmatización?
Fito: Nosotros siempre trabajamos en el límite,
pero el límite es una línea. Si das un paso fuera de
la línea, te castigan. La radicalización no esperó
un día: desde el mismo momento que nos dijeron
que teníamos que irnos nos pusimos los pulóveres
y protestamos ahí mismo. Al final nos fuimos,
porque sabíamos que éramos más que ese taller,
que pertenecíamos a toda Cuba.
Claro, muchas personas que nos apoyaban desde
las instituciones dejaron de hacerlo. Pero para mí
la radicalización no fue en un sentido político,
sino profesional. Todo esto me hace volver al barrio, a Alamar, a mi proyecto Garaje 19, a volcarme en los medios digitales y a promover el arte
alternativo en un proyecto tan ambicioso como
Talento Cubano, que creó un portal en internet
para los artistas errantes, sin representación, a lo
largo de la Isla. Ahora cualquiera se autopromueve desde Facebook, pero en aquel momento
no existía esa conciencia.
Vega: ¿Creen que la orden de prohibir los conciertos de rap en el garaje es una extensión de
esa estigmatización?
Fito: No lo creo. El último concierto fue del
grupo Estudiante sin Semilla, y sus canciones
contienen crítica social, llaman al público a ser
activo. Esto puede asustar a la gente, así que unos
vecinos avisaron a la policía. Y claro, no tenemos
propiedad de ese garaje, ni siquiera tenemos carro. Mira, yo no creo que vayamos a salir de la
censura porque aparezca de pronto alguien que lo
comprenda todo. Es un asunto de negociar intereses. Nada es estático, cada esfuerzo que hagamos
hace que el muro se corra un poco. Recuerda que
hablamos de personas que no tienen sentido de la
libertad. Y Alamar siempre ha estado estigmatizado por los conciertos de rock, por los festivales
de rap, por OMNI… Lo consideran peligroso porque es el margen expresándose ya en una unión
de poder.
Mirita: Yo discrepo de esa visión, porque los
mismos que llamaron a la policía nos conocían
muy bien y hasta ese momento habíamos dialogado sin ningún problema. Pero ya había gente
que se nos acercaba y nos decía:
“Oye, ten cuidado con quien tú pones a cantar
ahí”. Y se había planeado una reunión con el Partido Comunista para tratar el tema de lo que sucedía en el garaje. Para mí sí hubo censura, porque
en el garaje se hicieron por años exposiciones, talleres… ¿Por qué entonces no nos pidieron ningún documento? Porque no lo veían como un
asunto político.
Vega: ¿Cuáles son los retos de la producción
independiente en Cuba?
Mirita: Para mí es el reto de no poder producir.
No dejo de reconocer que hay personas dentro de
las mismas instituciones que, mientras no llegue
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