Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 79

Fayad Jamís, que siempre nos había apoyado. Yo creo que la edición del festival Poesía sin Fin, que estábamos organizando, amenazaba tener más repercusión que las anteriores, y es que ya había mucha gente hastiada de las instituciones volviéndose hacia las productoras independientes, OMNI, Matraka…1 Y creo que la expulsión fue, además, resultado de un conflicto de intereses entre las mismas autoridades locales. OMNI siempre fue muy visible con los performances en la calle, los happening, los grafitis, una estrategia que usamos con toda intención desde el inicio, pero que va en contra de la política institucional. Y así como había funcionarios que no hacían lo que les tocaba y se estaban acreditando nuestro trabajo, había también detractores que veían en nosotros un peligro potencial. Así que cuando ocurre el performance de Ailer y su grupo de Teatro Espontáneo, el 10 de diciembre, día de los Derechos Humanos, (una fecha que aquí está satanizada), fue justo lo que necesitaban, el chivo expiatorio. ¿Cómo me afectó todo esto? Me llevó a centrarme más en mi proyecto personal, que había estado sacrificando en función de una obra colectiva. OMNI siempre fue una fusión de proyectos y al individualizarnos, cada uno sigue promoviendo desde sí lo que fue OMNI. Para mí no es pérdida, es ganancia total. Vega: Con la expulsión se difunde oficialmente que OMNI es un grupo contrarrevolucionario, ¿cómo cambió su vida esta estigmatización? Fito: Nosotros siempre trabajamos en el límite, pero el límite es una línea. Si das un paso fuera de la línea, te castigan. La radicalización no esperó un día: desde el mismo momento que nos dijeron que teníamos que irnos nos pusimos los pulóveres y protestamos ahí mismo. Al final nos fuimos, porque sabíamos que éramos más que ese taller, que pertenecíamos a toda Cuba. Claro, muchas personas que nos apoyaban desde las instituciones dejaron de hacerlo. Pero para mí la radicalización no fue en un sentido político, sino profesional. Todo esto me hace volver al barrio, a Alamar, a mi proyecto Garaje 19, a volcarme en los medios digitales y a promover el arte alternativo en un proyecto tan ambicioso como Talento Cubano, que creó un portal en internet para los artistas errantes, sin representación, a lo largo de la Isla. Ahora cualquiera se autopromueve desde Facebook, pero en aquel momento no existía esa conciencia. Vega: ¿Creen que la orden de prohibir los conciertos de rap en el garaje es una extensión de esa estigmatización? Fito: No lo creo. El último concierto fue del grupo Estudiante sin Semilla, y sus canciones contienen crítica social, llaman al público a ser activo. Esto puede asustar a la gente, así que unos vecinos avisaron a la policía. Y claro, no tenemos propiedad de ese garaje, ni siquiera tenemos carro. Mira, yo no creo que vayamos a salir de la censura porque aparezca de pronto alguien que lo comprenda todo. Es un asunto de negociar intereses. Nada es estático, cada esfuerzo que hagamos hace que el muro se corra un poco. Recuerda que hablamos de personas que no tienen sentido de la libertad. Y Alamar siempre ha estado estigmatizado por los conciertos de rock, por los festivales de rap, por OMNI… Lo consideran peligroso porque es el margen expresándose ya en una unión de poder. Mirita: Yo discrepo de esa visión, porque los mismos que llamaron a la policía nos conocían muy bien y hasta ese momento habíamos dialogado sin ningún problema. Pero ya había gente que se nos acercaba y nos decía: “Oye, ten cuidado con quien tú pones a cantar ahí”. Y se había planeado una reunión con el Partido Comunista para tratar el tema de lo que sucedía en el garaje. Para mí sí hubo censura, porque en el garaje se hicieron por años exposiciones, talleres… ¿Por qué entonces no nos pidieron ningún documento? Porque no lo veían como un asunto político. Vega: ¿Cuáles son los retos de la producción independiente en Cuba? Mirita: Para mí es el reto de no poder producir. No dejo de reconocer que hay personas dentro de las mismas instituciones que, mientras no llegue 79