70 y proclamada “la ciudad del futuro”. Hoy destila suciedad y abandono. Aquí los jóvenes no tienen lugares de recreación, el único cine está clausurado y en proceso de depauperación.
En uno de los tantos estacionamientos improvisados frente a un edificio heredado del modelo de la
Europa socialista, Fito y Mirita comenzaron a
ofrecer conciertos de música rap.
El público, entusiasta, desbordaba el garaje. Los
conciertos fueron censurados so pena de que decomisaran el local. El anfiteatro, que bullía en los
90s con un Festival de Rap anual y peñas semanales, está corroído por el salitre y funge de aliviadero juvenil con descargas de reguetón. Venciendo trabas institucionales, Fito y Mirita lograron hacer allí un concierto homenaje al “Fila”,
músico underground fallecido en plena juventud
y capacidad creativa. Ahora producen y editan
Misceláneo, revista independiente centrada en el
arte alternativo y, especialmente, en uno de los
géneros más maltratados en Cuba: el Hip Hop.
Verónica Vega: ¿Cómo se produce su acercamiento al arte?
Mirita: Por mi relación con Fito. Nunca formé
parte de OMNI directamente, así que puedo decir
que miraba el arte y lo que hacía OMNI a través
de Fito. Pero en 2010 participé en un taller de producción que tenía como objetivo crear un proyecto.
Pensé hacer una exposición de pintura y poesía y
eso se convirtió en el Proyecto Casa Gaia, con el
poeta Juan Carlos Flores. Empecé por embullo;
no tengo ninguna formación, sólo la calle y lo que
he ido aprendiendo.
Fito: Mi historia con el arte básicamente es la de
OMNI, aquel taller de talla en madera en la Casa
de la Cultura de Alamar, donde recibíamos clases
y vendíamos nuestros trabajos en la feria. Yo tampoco tenía una formación como artista o promotor.
Vega: ¿Qué significó OMNI para ustedes?
Mirita: A mí me abrió la mente. Yo venía de otro
mundo, siempre había trabajado para el Estado.
No entendía lo raro que eran ellos, tú sabes, eso
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de que un hombre ande con saya o eso de encuerarse en la calle… Para mí era el acabose, pero
puedo decir que me despertó el alma.
Fito: En mi caso fue la única oportunidad de realizarme como persona. Entre las opciones que tenía un joven en los 90s (que no eran muchas), yo
no veía nada donde me pudiera insertar. Tenía una
necesidad personal que, ahora entiendo, era la de
muchos jóvenes en ese tiempo: un espacio donde
se pudiera crear y experimentar sin ningún criterio preestablecido. Inquietudes que no siempre tenían que ver con el arte, sino con la vida social en
general, pero el arte, tal como lo as umíamos en
OMNI, servía para todo. La idea de uno se enriquecía en la interrelación con otros; eso nos gustaba, porque veníamos de una sociedad donde
todo se solucionaba de forma masiva, aunque aún
no teníamos una conciencia política en ese sentido.
Vega: ¿Por qué creen que expulsan a OMNI
del taller en la Casa de la Cultura y cómo les
afectó a ustedes esto?
Mirita: Yo creo que fue un problema que se sobredimensionó. Llevaron patrullas, hasta una ambulancia, es decir: estaban dispuestos a dar golpes. Y se generó a propósito confusión entre la
gente. Después supimos que había personas que
fueron convocadas para agredirnos y no sabían
bien ni lo que estaba pasando. A mí la experiencia
me volvió más intransigente ante las mismas instituciones, más segura de lo que quería hacer con
mi vida y con lo que sería un futuro de trabajo.
Entiendo que, tal como existimos nosotros, tienen
que existir las instituciones, la policía y hasta la
Seguridad del Estado, pero también tiene que haber un espacio real para cada uno, sin censura. Todos tenemos el derecho a participar de un proceso
que nos afecta a todos.
Fito: La expulsión ocurre a finales del 2009, pero
hacía un par de años OMNI no cabía en ese taller
y ni siquiera en lo que fue la idea inicial del proyecto. Se había expandido tanto que el alcance del
grupo era arrollador con respecto a la Dirección
Municipal de Cultura, con la cual convivíamos a
unos metros, y con respecto a la propia Galería