Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 59

Eso es difícil cuando el poder único se ha establecido. Logrados los olvidos fundamentales, el poder único menospreciará la tarea de reconstrucción tan vinculada al trabajo intelectual y académico. Los intelectuales vinimos a la vida con un pecado: no ser suficientemente revolucionarios, como declaró Ernesto Guevara en 1965 para excluirse de un grupo al que pertenecía tanto por su formación como por su origen social y familiar. Si obstaculizar la realización de una historia académica es importante para cualquier autoritarismo, mucho más importante es amputar la legitimidad de las historias individuales que por esta vía se constatan. El olvido voluntario y la incapacidad para recordar aparecen de este modo interrelacionados. La historia individual necesita las narraciones que contextualizan. El individuo necesita, para vivificar la memoria, el relato que integra. Sin ese relato, la exposición del evento individual es anecdótica y el rechazo del recuerdo es estimulado por la ausencia de la Historia, un relato mucho más cabal en que la vivencia personal pueda reconectar su carácter trascendente. El olvido no se instala por decreto, pero las prácticas 6