Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 58

pero el equivocado está a un paso de convertirse en enemigo y, muy importante, lo sabe. Para una sociedad en la que la repercusión de las acciones del líder va siempre en un solo sentido, desde la fuente de poder al resto, es una cuestión de sobrevivencia saber el lugar que se ocupa respecto al liderazgo. En el proceso de rechazar el recuerdo, el silencio se asume de manera individual; es una vivencia que se emplaza a niveles suficientemente complejos para que, con el olvido demandado por el poder, cada quien olvide o rebaje la estima con respecto a un número ilimitado de eventos. ¿Cómo puede evaluar su participación en la revolución cubana de la década del cincuenta quien aceptó que, contra todo pronóstico, Fidel Alejandro Castro Ruz se convirtiera en el único protagonista de la insurrección y es de mal gusto recordar los combates en los que el gran líder no participó? ¿Cómo puede evaluarse a sí mismo el veterano de la guerra de Angola que debe aceptar callado que Arnaldo Ochoa, el general que lo dirigió victoriosamente en las últimas décadas y por el que estaba dispuesto a dar su vida, sea juzgado por traidor y fusilado en apenas semanas? Cuando estos silencios demandados por el poder son asimilados por el individuo, se corrompe el orgullo y la estima por el esfuerzo propio. La memoria se convierte en un acusador al que es mejor no convocar. El rechazo del recuerdo es apoyado socialmente por el envilecimiento de la expresión de la individualidad. El diversionismo ideológico, expresión de difusa aplicación, pero familiar a los cubanos de diversas generaciones, marca peyorativamente a todo el que se distingue de la uniformidad militante que promueve el Estado. Cuando el discurso único busca desautorizar a los jóvenes que no se integran plenamente, no vacila en calificarlos con atributos propios de aquello que busca mostrarse. En su discurso de 13 de marzo de 1963, Fidel Castro se refirió así a los jóvenes incómodos al sistema: “Por ahí anda un espécimen, otro subproducto que nosotros debemos de combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; 58 entonces, andan de lumpen, en esquinas en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas libertades y realizan algunos libertinajes. […] Claro que no chocan contra la Revolución como sistema, pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios. […] Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes «elvispreslianas», y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre”. En “El diversionismo ideológico, del rock, la moda y los enfermitos”, Ernesto Juan Castellanos apunta que este discurso definía la política social que emparentaba el homosexualismo con los delincuentes, los lumpen y los vagos. El sujeto promovido desde el poder no debe expresarse ni debe exhibirse. Quien lo consigue será celebrado por el régimen. En su concepto de revolución, enunciado en 2000 y difundido alegremente por el aparato de propaganda estatal, el Comandante en Jefe ensalzó la modestia junto con el sacrificio y otras virtudes que, supuestamente, debe tener el revolucionario. Para el liderazgo único, la modestia es la capacidad de diferir el orgullo y la expresión de la trascendencia individual. Las notas necrológicas de aquellos que llegan a merecerlas en la prensa oficial cubana abundan en la cualidad de modesto, que es también el segundo nombre del presidente, para exaltar a quienes llevaron sus méritos de modo silencioso e irrelevante. Otra forma de olvido es la incapacidad para recordar. La ciencia histórica necesita renovar permanentemente su narración. Se obtiene información nueva, se plantean razonamientos novedosos. Las memorias de tal o cual participante se editan y ponen a la venta para el gran público. Con ello debe repensarse la historia que ha sido construida, pero para hacer historia es necesario el recuerdo y es necesario que queramos exponerlo.