Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 53

Antilla, Holguin La incultura jurídica y legal de los ciudadanos cubanos, como vacío, posibilita partir prácticamente de cero para dotar a la sociedad de un contenido constitucional, jurídico y legal que defienda, promueva y garantice tanto los derechos individuales como el Estado de Derecho. Nueva Constitución supone nueva Constituyente. Y es importante que esta última no sea mediada por partidos políticos. Eso viciaría el proceso, corriéndose el riesgo de lo que nos sucedió en 1940, cuando los intereses de los mismos partidos que posibilitaron la Constitución congelaron los pasos subsiguientes y necesarios: el conjunto de leyes complementarias que habrían dado eficacia concreta a la Constitución votada. El pasado sirve para darnos lecciones, pero también de pautas de conducta que pueden liquidar procesos importantes. Punto básico para los animadores del Nuevo Constitucionalismo: la pluralidad religiosa. Como se contó con la participación de religiosos, se puntualizó la necesidad de una ley de culto que garantice el derecho y regule el trato de igualdad de todas las religiones dentro del Estado e independientemente del Estado. Algunos recordaron la importancia de esta ley, porque no es suficiente ni la declaración y el re- conocimiento del Estado laico, como sucede actualmente en Cuba, ni que se pronuncie contra la discriminación por motivos religiosos como se recoge en la Constitución actual. Es necesaria una ley positiva que deje claro los derechos y cómo se regula esa igualdad. Otro extremo fundamental para la naturaleza de la futura Constitución: el pluralismo cultural a partir del pluralismo religioso. El problema de todas las constituciones pasadas, incluyendo la de 1976, que no es pluralista por definición, es desdeñar la pluralidad cultural del país y la rica diversidad de origen de nuestra nacionalidad, lo que impidió que todo ello se reflejara en la naturaleza y concepción misma de las constituciones. Que el Estado y el Partido Comunista institucionalicen hoy un departamento por encima de las diversas religiones, es una manera de situarse por encima de la cultura cubana y refleja esa arrogancia política e ideológica que hunde sus raíces en la negación de la pluralidad en los principios constitucionalistas de Cuba. Otra serie de argumentos se concentran en la dirección de que si bien la Constitución de 1940 fue y es en muchos sentidos ejemplar, pertenece a un momento de nuestra historia muy controversial, 53