Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 50

Para evitar esto, es mejor no engañarse, no pretender que se puede inventar en una materia en la que a lo sumo solo podemos innovar, y sí retomar el mejor punto de partida que poseemos: la Constitución de 1940. La Constitución de 1976 Los participantes se pronunciaron también en relación con la Constitución de 1976. Algunos no ven cómo se podrían proponer cambios constitucionales utilizando los mecanismos de la legislación actual, mientras otros consideraron que no habían más opciones que apelar a la legislación actual, porque esa era la única manera de garantizar el cambio de la ley a la ley, aun cuando no estuvieran de acuerdo con la Constitución presente. Otros puntualizaron este enfoque: tener en cuenta la naturaleza no ideológica de una Constitución que se pretenda democrática. Para ellos, la marca definitoria entre una Constitución que respete los valores democráticos y una que no lo hace es si tiene o no componentes de una ideología especifica. Y la mayoría no cree que la Constitución vigente tenga posibilidades de ser convertida, a través de cambios sustanciales, en una de tipo democrático. Sin embargo un grupo estima que, si se quiere involucrar al gobierno y a los sectores que le apoyan, se deben ir haciendo cambios desde lo que realmente existe e ir introduciendo en la Constitución actual artículos que protejan los derechos individuales y las libertades fundamentales. Según ellos, solo de esta manera se lograría que los militantes del Partido Comunista no obstaculicen las reformas democráticas, al tiempo que se van convirtiendo ellos mismos a los ideales de tolerancia y respeto a otras formas de concebir y pensar el ordenamiento político y social de una sociedad desde la ley. No obstante primó la idea de que asumir la Constitución de 1976 como base del cambio constitucional entr aña más riesgos que oportunidades o beneficios. Uno de los riesgos planteados es relegitimar al grupo de poder a través de su marco constitucional como plataforma histórica de una tradición política nacional. Se adujo que habría un problema para la legitimidad del pluralismo político y de otros grupos y actores si se admite, sin más, que el poder real defina, de modo directo o indirecto, el poder legítimo. Como la Constitución es una herramienta que no garantiza de por sí el comportamiento cultural de La Coloma, Pinar del Rio 50