Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 41

como Pipi de lado, que cumple con su presunta oblicuidad. Otra de las "conductas" es la del fisgón o voyeurista del margen. Aquí se muestra la capacidad de hallar la sutileza en encontrar y asumir lo irrepetible de un singular acto humano, que es sin embargo el más común y frecuente de nuestros posibles rituales privados. Su pintura es un atentado público a la noción del pudor privado, que pasa de tal a ser un acucioso estudio ontológico de la condición humana. Su pintura desestabiliza furtivos o recónditos rituales, redimensiona como materia de arte fragmentos de la realidad que son no sólo el reverso de lo tenido por trascendente, sino también declaradamente fugaces y angulares. La alegoría, como estrategia que utiliza una serie de distintivos o signos ya legitimados, desde sus códigos de transmisión discursiva, por una porción espectadora o receptora entrenada en sus "desmontes", establece una parábola que atribuye, por asociación, ciertos significados a un signo, mediando la insinuación, lo indirecto; quien redondea los significados es el receptor del objeto artístico, a partir de la serie de experiencias en su convención cultural, ideológica, psicológica o vivencial, en calidad de individuo como parte de un grupo de una sociedad determinada. Entre 1997 y 1999 aparece un manifiesto interés de cierto sector de la plástica por abordar en el discurso artístico la problemática racial en el arte cubano, esta vez con una visión diferente a cómo se había tratado desde las aristas de la religiosidad afrocubana y el folklor, con modificaciones y bajo el control del Estado, el añejo plan de convertir al país en un balneario paradisíaco. Despu :