como Pipi de lado, que cumple con su presunta
oblicuidad.
Otra de las "conductas" es la del fisgón o voyeurista del margen. Aquí se muestra la capacidad de
hallar la sutileza en encontrar y asumir lo irrepetible de un singular acto humano, que es sin embargo el más común y frecuente de nuestros posibles rituales privados. Su pintura es un atentado
público a la noción del pudor privado, que pasa
de tal a ser un acucioso estudio ontológico de la
condición humana.
Su pintura desestabiliza furtivos o recónditos rituales, redimensiona como materia de arte fragmentos de la realidad que son no sólo el reverso
de lo tenido por trascendente, sino también declaradamente fugaces y angulares.
La alegoría, como estrategia que utiliza una serie
de distintivos o signos ya legitimados, desde sus
códigos de transmisión discursiva, por una porción espectadora o receptora entrenada en sus
"desmontes", establece una parábola que atribuye, por asociación, ciertos significados a un
signo, mediando la insinuación, lo indirecto;
quien redondea los significados es el receptor del
objeto artístico, a partir de la serie de experiencias
en su convención cultural, ideológica, psicológica
o vivencial, en calidad de individuo como parte
de un grupo de una sociedad determinada.
Entre 1997 y 1999 aparece un manifiesto interés
de cierto sector de la plástica por abordar en el
discurso artístico la problemática racial en el arte
cubano, esta vez con una visión diferente a cómo
se había tratado desde las aristas de la religiosidad
afrocubana y el folklor, con modificaciones y
bajo el control del Estado, el añejo plan de convertir al país en un balneario paradisíaco.
Despu :