desorden y el caos, como bares, baños públicos,
azoteas, parques, cuartos en solares o ciudadelas,
en los que las normas de conductas rememoran la
jungla urbana.
La desacralización del paradigma estético, los
iconos socializados, los emblemas y las señalizaciones generan un sistema de valores en una realidad otra. La figuración es más cercana al lenguaje
directo, aunque la práctica del desencanto conduce a la carnavalización y la máscara. Cada sujeto puede asumir por voluntad propia los dictados de sus instintos; la oblicuidad y el cinismo
sostienen una teoría estética como acto contracultural de resistencia; la figura del intelectual se manifiesta en una acérrima conciencia crítica contra
de las mayorías. En este nihilismo el sujeto está
cada vez más preocupado por su vida y su cotidianidad en una lucha de supervivencia individualizada.
En la plástica emerge, con un tono de la poética
sobre el ser femenino, la serie Geishas, de Rocío
García (1955). Las sutilezas de la expresión facial
y la re-contextualización social de los personajes
ironizan la condición femenina con profunda austeridad lineal y cromática. Sus antecedentes se
asientan en una figuración anterior de “muchachas” que aparecen perdidas, atadas, colgadas,
avasalladas por la imagen de la cultura, en un
atentado a las identidades cerradas. Sientan un camino de inestimabilidad sicológica y el transfor-
todo: inconformidad, burla, choteo, sátira e ironía
que se expresan con elementos obscenos del lenguaje y una vis