Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 38

circunstancias que le son ajenas, como consecuencia de la operación Pedro Pan. El éxodo como alternativa de los sujetos de una cultura subalterna lo lleva a convivir con un sentimiento de pérdida de su patrimonio identitario y de una zona de la memoria en el que rebasa su status a partir de la convicción de que, por los actos de la reminiscencia, se conv ierten en estampas provisionales, que constituyen una cualidad viva formadas por imágenes incompletas manifestadas por una visión espectral de cierto hechos, objetos y sucesos como evidencia de emigrar también a otros marcos conceptuales afectivos y expresivos. Los vestigios que marcaron en un momento concreto, que han sido aceptados, sufridos, examinados desde lo bueno y lo malo de la existencia, en un medio completamente diferente, en un mundo diferente, han sido sepultados por un ejercicio justamente hegemónico, consagratorio. Sus efectos demoledores son signos de los tiempos para individuos que han conocido y admirado cosas que ya casi no se admiran, vieron vivas verdades que están ya casi muertas; en fin, valores cuyo descenso o derrumbe es tan claro, tan manifiesto y tan ruinoso para sus esperanzas y sus creencias como el descenso o el derrumbe de los títulos, las monedas que fueron en su momento considerados valores inquebrantables. Desde el contexto sociocultural aparecen otras direcciones discursivas contraculturalmente discrepantes; una literatura que irrumpe y expone la ciudad como un metro a la que se agregan distintas estaciones. Esta expresión hace referencia a una ciudad de La Habana subterránea, de espacios localizados como focos pequeños o puntos claves dentro de la que desarrolla su vida, una población subalterna desfavorecida socialmente, que encausa su subsistencia en un orden moral trasgresor, con códigos propios y conductas de supervivencia al margen de la ley. Sus antecedentes se localizan en la obra narrativa del llamado “realismo sucio” de Carlos Montenegro y su novela Hombres sin mujer, que pone al desnudo el sistema penal y la vida carcelaria en 38 Cuba en la República. En ésta se develan los pormenores de una población penal alejada de todas las normas de convivencia humana, que asume un sistema de acomodo de la conducta dentro de códigos de violencia y marginación contrarios a la moral establecida en la sociedad que los excluyó como seres humanos y los apartó del orden establecido por los actos y conductas trasgresoras de la moral cívica; un sistema de conductas laterales en el submundo carcelario. Hacia el año 1998 aparece la novela Trilogía sucia de la Habana, de Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950), quien aborda temas sórdidos o mezquinos para revelar miserias humanas, tanto físicas como morales, sucesos escabrosos sin ningún compromiso ético, que manifiestan el deterioro moral. Los argumentos expresan una mezcla de realidad y fantasía, en la que aparecen reflejados normalmente personajes jóvenes con una conducta trasgresora y una actitud ante la vida de que todo se justifica en el caos con la finalidad de coexistir en un medio lastrado, carente de valores morales, engendrado por el deterioro de las relaciones humanas y las conductas impropias. Emerge con fuerza en instantes críticos de la nación cubana, en la que la filosofía del “vale todo” predomina en un amplio sector social en los momentos más agudos de la crisis de los 90´s. En el arte y la literatura de ese período se asume como discurso la poética de la desesperanza, la frustración y el desencanto con la vida social común, a tono con algunas manifestaciones de los esquemas mínimos o “minimalismo”. Se refleja una vida a destiempo donde todo sucede en un ciclo corto, en un contexto contraído, pero todo acontece de golpe. Los sujetos no tienen tiempo para los deleites espirituales, porque están ensimismados en su supervivencia o en la llamada acciones de “la lucha”1, poseen un proyección más dinámica y construye imaginarios emergentes derivados de ciertas filosofías de vida en la que proliferan el individualismo, el egoísmo, la violencia física y moral, la lucha de géneros. Emplean un lenguaje irreverente para mostrar personajes de los suburbios, localizados en zonas de adecuada tolerancia y espacios reducidos, matizados por el