circunstancias que le son ajenas, como consecuencia de la operación Pedro Pan. El éxodo
como alternativa de los sujetos de una cultura
subalterna lo lleva a convivir con un sentimiento
de pérdida de su patrimonio identitario y de una
zona de la memoria en el que rebasa su status a
partir de la convicción de que, por los actos de la
reminiscencia, se conv ierten en estampas provisionales, que constituyen una cualidad viva formadas por imágenes incompletas manifestadas
por una visión espectral de cierto hechos, objetos
y sucesos como evidencia de emigrar también a
otros marcos conceptuales afectivos y expresivos.
Los vestigios que marcaron en un momento concreto, que han sido aceptados, sufridos, examinados desde lo bueno y lo malo de la existencia, en
un medio completamente diferente, en un mundo
diferente, han sido sepultados por un ejercicio
justamente hegemónico, consagratorio. Sus efectos demoledores son signos de los tiempos para
individuos que han conocido y admirado cosas
que ya casi no se admiran, vieron vivas verdades
que están ya casi muertas; en fin, valores cuyo
descenso o derrumbe es tan claro, tan manifiesto
y tan ruinoso para sus esperanzas y sus creencias
como el descenso o el derrumbe de los títulos, las
monedas que fueron en su momento considerados
valores inquebrantables.
Desde el contexto sociocultural aparecen otras direcciones discursivas contraculturalmente discrepantes; una literatura que irrumpe y expone la ciudad como un metro a la que se agregan distintas
estaciones. Esta expresión hace referencia a una
ciudad de La Habana subterránea, de espacios localizados como focos pequeños o puntos claves
dentro de la que desarrolla su vida, una población
subalterna desfavorecida socialmente, que encausa su subsistencia en un orden moral trasgresor, con códigos propios y conductas de supervivencia al margen de la ley.
Sus antecedentes se localizan en la obra narrativa
del llamado “realismo sucio” de Carlos Montenegro y su novela Hombres sin mujer, que pone al
desnudo el sistema penal y la vida carcelaria en
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Cuba en la República. En ésta se develan los pormenores de una población penal alejada de todas
las normas de convivencia humana, que asume un
sistema de acomodo de la conducta dentro de códigos de violencia y marginación contrarios a la
moral establecida en la sociedad que los excluyó
como seres humanos y los apartó del orden establecido por los actos y conductas trasgresoras de
la moral cívica; un sistema de conductas laterales
en el submundo carcelario.
Hacia el año 1998 aparece la novela Trilogía sucia de la Habana, de Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950), quien aborda temas sórdidos o
mezquinos para revelar miserias humanas, tanto
físicas como morales, sucesos escabrosos sin ningún compromiso ético, que manifiestan el deterioro moral. Los argumentos expresan una mezcla
de realidad y fantasía, en la que aparecen reflejados normalmente personajes jóvenes con una
conducta trasgresora y una actitud ante la vida de
que todo se justifica en el caos con la finalidad de
coexistir en un medio lastrado, carente de valores
morales, engendrado por el deterioro de las relaciones humanas y las conductas impropias.
Emerge con fuerza en instantes críticos de la nación cubana, en la que la filosofía del “vale todo”
predomina en un amplio sector social en los momentos más agudos de la crisis de los 90´s. En el
arte y la literatura de ese período se asume como
discurso la poética de la desesperanza, la frustración y el desencanto con la vida social común, a
tono con algunas manifestaciones de los esquemas mínimos o “minimalismo”. Se refleja una
vida a destiempo donde todo sucede en un ciclo
corto, en un contexto contraído, pero todo acontece de golpe. Los sujetos no tienen tiempo para
los deleites espirituales, porque están ensimismados en su supervivencia o en la llamada acciones
de “la lucha”1, poseen un proyección más dinámica y construye imaginarios emergentes derivados de ciertas filosofías de vida en la que proliferan el individualismo, el egoísmo, la violencia física y moral, la lucha de géneros. Emplean un
lenguaje irreverente para mostrar personajes de
los suburbios, localizados en zonas de adecuada
tolerancia y espacios reducidos, matizados por el