La supresión del color, además de evitar el pintoresquismo que ha caracterizado al tratamiento del
folclor en buena parte de la plástica afrocaribeña,
logra sugerir el adecuado ambiente de sobrecogimiento y misterio del entorno ritual. No buscaba
simplemente exponer aspectos extraídos del mito
o de las ceremonias, útiles a los cimientos de su
poética, sino trata de explorar sus posibilidades
semánticas para discurrir en torno al drama de la
separación, la pérdida del complemento masculino, su consagración absoluta a una fuerza superior, el intercambio de almas entre el hombre y su
tótem, que implica un “simulacro de muerte y resurrección” en el rito iniciático.
La muerte y la resurrección están en las bases
conceptuales de la propuesta de Belkis.
La representación se convierte aquí en una forma
de simulacro, que provoca fracturas y desplazamientos en el espacio y el tiempo mítico. La ausencia de boca en los rostros de los personajes no
solamente connota secreto.
Aunque en pocas ocasiones se hizo obvio que
máscara y amputación formaban para Belkis dos
aristas de una misma consecuencia, excepcionalmente, en una de sus últimas piezas: My Vernicle,
o tu amor me condena (1998), una figura femenina se amputa dramáticamente el rostro como si
retirara su enmascarado silencio.
Es curioso que los Ïremes se asocien generalmente con la representación de un antepasado o
de un difunto. Enmascaramiento y silencio, sinónimos de muerte o de un pasado oscuro que nos
alcanza, dictaminan el bien y el mal desde lo ultramundano o desde la más mundana y terca intolerancia que suele regir la conducta de los vivos.
En el preludio del final de su vida, las obras de
Belkis, muchas de ellas con formato circular y
composiciones que se arremolinan agitadas, exponen una poética intimista, una identificación alterna, de reclusión de sí misma como parte de la
vida del mito, una evasiva renuncia y la adopción
de una compostura de vivencia que convierte el
mito como parte de una personal supra-realidad
de la que participan ambos.
El tratamiento de la memoria en el arte cubano se
encontró ante el reto de abordar un tema cuya expresiones de singularidad definen un conjunto de
análisis que se insertan entre la colonización y los
problemas actuales de la sociedad contemporánea
cubana. Frente a un presente que usurpa todo vestigio de orientación, la memoria se convierte en
un sustrato ideológico emergente ante los imperativos y urgencias del presente: la historia nacional, las prácticas culturales ocultas en el tiempo,
los bajos oficios y otras expresiones de las tradiciones culturales como parte de un patrimonio
dormido de la identidad.
La obra de Ernesto Pujol El vacío, es el enunciado
de la contradicción arraigo-desarraigo de la memoria sometida a aproximaciones preferentemente diferenciadas, ya no en la descripción del
trance migratorio, sino en el estatus del sujeto que
se ha convertido en emigrante por determinadas
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