La problemática contracultural de identidad
en el discurso de género, raza y grupo en el arte
contemporáneo cubano
clase y género en Cuba y el mundo
Ms C. José Clemente Gascón Martínez
Profesor asistente de la Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”
Artista plástico y crítico de arte
La Habana, Cuba
D
esde la crisis de los balseros (1994) parecía que este iba a ser la trayectoria temática por donde se encausaría la producción creadora en el arte cubano contemporáneo.
La Regata había dejado una huella de evocación
dramática sobre un hecho innegable, y el conjunto
interminable de embarcaciones construidas con
cualquier material que flotara y enfilaran sus
proas hacia un horizonte imaginado se convirtieron en los signos elocuentes de un desbandarse
hacia un destino incierto, pero también una elección de supervivencia.
Al arte cubano contemporáneo le resulta difícil
desprenderse de las temáticas que abordan el deterioro del entorno físico y social, las marginaciones y el fenómeno migratorio.
El papel de su legitimidad ante el mercado internacional, los problemas que el individuo enfrenta
desde su situación cotidiana y el reto permanente
con el que se vive han originado otros mecanismos que se reajustan en la supervivencia, una manera de romper la postración, el escepticismo o el
repliegue de la colérica desesperanza y el hastío.
Al margen de lo que se difunde de la escena pública, el arte se llenó de todos los personajes del
infortunio, como si hubieran estado contenidos
en el trasfondo de la existencia y ahora disipados
salieron de golpe para perpetuarse, convenidas en
el sinfín de alternativas de la incertidumbre cotidiana.
Esta actitud se mostró en la asunción de una religiosidad como nunca antes, una exploración de
credos desatascados, parecía como si ahora los representantes de Dios en la Tierra eran los encargados de revelar las tablas de la esperanza y el
auge de la fe. Los caminos ancestrales de la devoción comenzaron a manifestarse con más asiduidad en el sincretismo de origen africano y occidental, el catolicismo, protestantismo y otras
prácticas, pero también en el cuestionamiento
suspicaz del sujeto cada vez más preocupado por
la lucha de la supervivencia, que elude el dialogo
colectivo, el discurso de las mayorías que se instaura en el reino de la introspección, un mirarse a
sí mismo, un purificarse de culpas ante la desconfianza en el futuro.
Una de las exposiciones en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDVA) hacia mayo de
1994 fue la primera muestra que el tono intimista
acotaba, la fragua del mito que diversas rutas de
la fe referían al hecho de cómo, ante las circunstancias, los discursos se replegaban sobre sí mismos, generando autores y obras marcadas por la
reflexión y la religiosidad. Los dados de media
noche fue la que mostró un punto discordante con
el eje temático general de la Bienal de 1994:
“Arte, sociedad y reflexión”, una mirada discordante con el discurso oficial. Con esta exposición
se acudió a la enunciación tropológica, siguiendo
las coordenadas de un fenómeno que se intentaba
validar como estrategia en las prácticas artísticas
de entonces; de ahí su conexión con una de las
tramas creadas por José Lezama Lima en su sis-
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