Identidades Numero 3, Septiembre 2014 | Page 34

El futuro plantea muchos retos para superar las divisiones superfluas, y cada vez con menos sentido, entre revolucionarios y los que no lo son, que han sido los polos de una contradicción fabricada e impuesta en el centro de la vida nacional. Contradicción que, por no esencial, no ha generado absolutamente nada bueno en el devenir nacional del último medio siglo. Los grupos desfavorecidos por prejuicios raciales o preferencias sexuales en particular, además de los retos anteriores, deben incluir y desarrollar acciones afirmativas desde ya en el trazado de sus estrategias a mediano y largo plazo, en pos de su inserción como iguales en la necesaria unidad nacional de lo diverso, que garantice la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos en el desarrollo pleno de su personalidad y la búsqueda de la felicidad, como cada quien la entienda y con el solo límite de no obstaculizar el derecho y la felicidad ajenas. La cercanía que muchos intuyen de los cambios realmente necesarios en Cuba obliga a pensar en 34 los que quedaron atrás, en los que murieron con la esperanza de ver y quizás disfrutar de un mejor lugar para vivir en nuestra isla o en otras tierras, huyendo de la pesadilla que la dinastía totalitaria de los Castro ha hecho vivir a la últimas generaciones. ¿Cuántos cubanos desaparecidos o fallecidos en intentos de salidas ilegales del país habrán tenido, como motivación más profunda para huir la persecución, la marginación y hasta el maltrato físico y síquico por sus preferencias sexuales? ¿Cuántos fallecidos bajo custodia han sido miembros de la comunidad gay y sus muertes se relacionan con el maltrato, el abandono o hasta el mismo asesinato por su condición diferente? Nunca sabremos la cifra exacta ni será posible hacer listas en que se agrupen por sus diferenciantes, pero ello no es óbice para que desde ahora se piense en recordarlos como símbolos perdurables que impidan olvidar las injusticias de haberlos ignorado o marginado.