que se sentía próximo a Fidel A. Castro Ruz o a
la Revolución se establecía el temor a ser excluido del proceso, a ser relacionado con aquél
grupo que, desde bien temprano, el castrismo asoció a lo peor y contra los cuales nunca sobraron
calificativos denigrantes, siendo “gusano” el más
conocido.
Entre el arrobo y la violencia fue construido el
blindaje de tan precaria síntesis intelectual, pero
sus consecuencias fueron consagrando no ya un
silencio coyuntural, sino otro mucho más orgánico, el del individuo que podía ver la paulatina
degeneración de su existencia sin siquiera abrir
los labios.
La confrontación entre el revolucionario y el gusano tuvo una lógica simple. Fue la simpleza del
castrismo y así de simple son sus condenas a
muerte, prisión u ostracismo. En el pulso con el
Estado, Fidel A. Castro Ruz o la Revolución, el
individuo cotidiano siempre habrá de ceder, so
pena de quedar como un antagonista. En los documentos oficiales reunidos en La callada molienda, las referencias a Fidel, la Revolución o el
Estado dejan bien claro que su implicación en el
proceso es absoluta y no hay condición alguna
para considerar su fracaso, error o crueldad:
“El magnífico momento de fortaleza política y
unidad nacional, más el extraordinario futuro que
se avizora con los más de 70 programas socioculturales de la Revolución… (…) La Revolución
asegura que nadie quedará aba