ocho ingenios de la Habana para acá. Porque dicen que nosotros teníamos mucha mayor capacidad de trabajo. (…) Nos habían puesto a producir
un millón de toneladas y la hicimos. Nadie más
cumplió. (…)
Hacíamos válvulas, yo las fundía aquí y las maquinaba en los talleres de los ingenios. Había que
resolver los problemas porque no había importaciones de esas piezas.
Existía una que se llamaba respaldo para filtro...
(…) Yo diseñé una máquina para hacerlo y también se suministraba a todo el país. También se
hicieron bombas para los líquidos de los ingenios.
(…)… yo diseñé un perforador… todavía la llaman Perforador Perret”.
La permanencia en Cuba de Alberto Perret y su
disposición a asumir la responsabilidad de la Fundición que había sido propiedad de su familia, enriquecen el análisis de nuestra historia reciente,
tan simplificado por la liturgia de la lucha de clases y la banalización de la realidad emprendida
desde la tribuna oficial.
Otro testimonio compilado por Maylan Álvarez
ratifica la importancia de la Primero de Mayo y
Perret Ballester para el desempeño industrial azucarero:
Manuel Eleuterio Fuentes Torres: “Aquí teníamos centrífugas de primera, automáticas y las de
segunda y de tercera. Muchas hechas en la empresa Primero de Mayo, en los talleres Perret.
Allí se hacían centrífugas y bombas al vacío.
Una sola era americana, que se dejó, si se quiere
decir así, por una cuestión histórica. Y todo el sistema de bombeo también.
Ah, todo lo que había en el tándem era hecho por
Perret, los alimentadores. Todos esos diseños del
tándem, con cuatro molinos. Perret siempre venía
cuando se iba a hacer mantenimiento en el central
a los dos o tres meses de zafra. Él venía para estar
en los ajustes del setting”.
Perret Ballester fue esencial para la producción de
azúcar en la provincia de Matanzas.
Su conocimiento suplió carencias en el mantenimiento de nuestro parque industrial y es por la iniciativa y el esfuerzo de hombres como este que
los centrales cubanos pudieron trabajar con décadas de atraso, acumulando déficits y con extraordinario consumo de combustible extraordinario,
pero al final produciendo el azúcar, que seguía
siendo fundamental para el país.3
El tipo de responsabilidad que asumió ilustra inmejorablemente el papel jugado por el obrero en
nuestra historia reciente.
Frente a la avalancha de pedidos de la industria
azucarera que comenzó a recibir la fundición, y
porque su conocimiento de los centrales era deficiente, se impuso la tarea de hacer una fábrica de
azúcar en miniatura. Leía los libros, preguntaba a
la gente en el central y posteriormente aplicaba lo
aprendido a su pequeño ingenio.
Autor de los libros Mapa histórico azucarero de
la provincia de Matanzas, aún sin publicar, y de
El azúcar en Matanzas y sus dueños en La Habana. Apuntes e iconografía (Ciencias Sociales,
2007), Alberto Perret Ballester responde la pregunta de Maylan Álvarez sobre la impresión que
le causó el cierre de los centrales:
“La desaparición de los centrales realmente me
causó una impresión muy mala. Tan mala como
la fundición. Ya yo