Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 75

co el motivo: el pan se acaba demasiado rápido. Ese vocerío, la imposibilidad de disfrutar de inmediato un helado, el sol intenso pegando contra todo con fuerza insoslayable, hacen que Jorge desista del recuerdo. Ya no pregunta nada más y regresamos en silencio tomándonos una cerveza Bucanero semi-fría. Era la única marca que había en la diminuta cafetería. Por supuesto, en moneda convertible. Las traiciones de la memoria Lo que le ocurrió a este visitante parece ser un fenómeno mucho más común de lo que pueden imaginar cubanos emigrados. Y se hace evidente que tiene mucho que ver como resultado del brusco cambio de hábitat. Se sale de una sociedad pobre e inmovilista y, en el mismo día, se empieza a vivir en otra en extremo desarrollada, ágil y abundante. Este impacto sacude hasta lo más recóndito al recién llegado. Es muy significativo que el cubano promedio, de manera permanente y por decenas de continuos años, tenga el más forzoso bajo perfil de consumo del continente, que se traduce en la inestable escasez y la ausencia de lo más elemental para una nación de Occidente. ¿Cuántos cubanos saben manejar un vehículo automotor? ¿Cuántos compraron o vendieron propiedades? ¿Cuántos tuvieron o expandieron negocios? ¿Cuál es el índice de consumo de energía per cápita? Las incógnitas y cifras siguen siendo un misterio inescrutable., Estas y otras muchas valoraciones de nivel de vida son casi desconocidas para una abrumadora mayoría, cautivos de una manera de vivir pobremente subvencionados y muy controlados, agobiados por la imposibilidad de ejercer del más mínimo derecho de propiedad o libertad. Es un caso de pobreza instituida por ley y de por vida, algo único en el hemisferio. En consecuencia, el cubano común desarrolló un muy estrecho perfil de posible consumo de cualquier cosa. No elige de un vasto surtido, sino que consume lo que aparezca. Tiene la mentalidad y los hábitos de un cazadorrecolector primitivo.