Identidades No 5, Abril, 2015 | Page 33

recursos en un esfuerzo empresarial, dentro de los limitados marcos que permite la ley, con clara conciencia de que, a la mañana siguiente, todo eso puede ser barrido por la impune arbitrariedad de las autoridades, que supuestamente estimulan el “sector no estatal de la economía”, pero que no brindan respaldo efectivo a los nuevos emprendedores para competir con ellos de forma leal y transparente, sino que los ahoga con restricciones y gravámenes confiscatorios o, simplemente, los borra con inesperados zarpazos Los que hoy estamos aquí podemos ser privados en cualquier momento de los derechos concedidos por la flexibilización de las regulaciones migratorias. De hecho, varios colegas están hoy arbitrariamente impedidos de viajar. En contraste, las autoridades insisten en brindar a los extranjeros los derechos y posibilidades económicas que niega a los cubanos. La llamada revolución destruyó totalmente una economía que, hacia fines de los años cincuenta, se encontraba en plena expansión con balanza comercial favorable y altos índices de desarrollo y cobertura social, sobre la base de la fortaleza del empresariado nacional y de una sólida clase media. Ahora la nueva Ley de Inversión Extranjera trata de subastar lo que queda de Cuba al capital foráneo, con tentadoras ofertas de exenciones tributarias y una fuerza de trabajo calificada y dócil, a la cual no hay que garantizar los derechos y protecciones sagrados en los países de origen de los inversores. Aunque parezca increíble a estas alturas del siglo XXI, en esas inversiones extranjeras los trabajadores y profesionales cubanos son víctimas inermes del control gubernamental de la contratación — políticamente condicionada— y la remuneración, amén de verse imposibilitados de ocupar cargos gerenciales o de alta especialización. Que sea legalmente posible hacer ahora en Cuba cosas tan normales como abrir un pequeño negocio familiar, viajar al extranjero, hospedarse en V