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hechos de la realidad internacional, y a
la vez dar pasos en el proyecto pacífico
de una transición basada en formales y
debidas garantías de interdicto a
persecución por hechos pasados, tal
como se ha hecho en Birmania, Chile,
Checoslovaquia y otros países.
El convencimiento de que sólo los
mayores culpables tendrían que ser
juzgados incluso podría ser regurgitado
por esta misma segunda fila de hombres
en el poder. De eso también hay
ejemplos contemporáneos. Nadie del
Partido Comunista serbio levantó una
mano en contra para impedir que las
fuerzas policiales de la OTAN
capturaran y llevaran a juicio en La
Haya al ex dictador Milosevic. Ningún
grupo del otrora numerosísimo Partido
Baaz iraquí impidió el juicio y
ahorcamiento de su máximo líder, el
tirano Saddam Hussein. Y no olvidemos
que fue el mismo ejército egipcio, el
beneficiado cuerpo armado del general-

presidente Mubarak, quién lo entregó
como chivo expiatorio para que fuera
juzgado como máximo culpable, siendo
condenado con mucha mayor suavidad
que lo que juzgaban a sus opositores los
manipulados tribunales del antiguo
régimen.
Este llamado a la transición pacífica
sobre bases realistas y de consenso
futuro son claves a considerar. Sin
ánimos de dictar pautas, sino
simplemente mostrando estas u otras
posibilidades reales y no incluidas por
limitación de ideas, podrían ayudar a
promover el cambio gradual de la
situación nacional. Y es que en
definitiva todos hemos sufrido un
injusto orden de cosas por demasiado
tiempo. Y sólo por esa razón, y como
por esa causa hemos sido nuestros
propios enemigos, todos somos
merecedores de tener la oportunidad de
tendernos un puente de plata hacia el
futuro.

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