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Raza, clase y género

La noche de los
martirios: Se vende
esta casa
Ada María López Canino
Red de Bibliotecas Comunitarias
Boyeros, La Habana, Cuba

L

a emigración aumenta cada día.
Las campanas de la crisis
económica y el nuevo Periodo
Especial anunciado por el régimen
despertaron una peligrosa impaciencia
en el pueblo, que cada día tiene menos.
Decenas y decenas de viviendas
exhiben el cartel de venta. Muchos
cubanos intentan vender lo único que
puede darles el dinero suficiente para
cubrir el costo de escapar del socialismo
del Siglo XXI, sin importa adónde se
llegue: Guyana, Trinidad y Tobago,
Ecuador,
Colombia,
Surinam
o
cualquier otro país que facilite visado,
para enrumbar después a Estados
Unidos. Todos se aprovechan, ya sea
abierta o sutilmente, de la necesidad de
otros desesperados cubanos.
Al abordar un ómnibus se escuchan

proposiciones de venta siempre
acompañadas por la interrogante de qué
opción queda. Hay que irse —dicen—
porque esto cada día se pone peor.
Vendrán de nuevo los apagones y el
transporte, que nunca ha estado bueno,
se pondrá más malo. El gobierno no
tiene nada para tender la trampa de la
esperanza en el mañana. Hasta los
cubanos más resignados tienen cada vez
la paciencia más corta, el miedo menos
intenso y la palabra más atrevida. Las
nuevas restricciones y carencias que el
gobierno pretende clavar en el corazón
de los hogares cubano puede dar pie a la
acción rebelde de puños cerrados que
amenacen con explosión social sin
control para acabar definitivamente con
la dictadura castrista de partido único.
Muchos no tienen casa y no pueden
colocar el cartel; otros viven en
cuchitriles tan deteriorados que el
precio no alcanza para el pasaje; pero la
mayor parte de la población quiere
marcharse. Quedan pocos convencidos
de que nunca serán emigrantes y con
ellos contamos para que llegue el día de
iluminar la noche indolente de los
martirios hasta que no quede un solo
verdugo y se extirpe la tiranía.

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