Sin ir más lejos es una de las causantes directas del desabrigo que ahora padecen los ancianos cubanos, obligados durante toda su vida laboral a depender de empleos estatales anodinos y muy mal remunerados, de los cuales no podían librarse ya que estaba prohibida por ley la búsqueda del sustento y del progreso económico por vías independientes. La jubilación con estipendios de miseria es también resultado de los bajos sueldos que ganaron en aquellos empleos. Desde luego que esta situación tendría que estar afectando por igual a los ancianos negros y blancos. Entonces, ¿ por qué sobresalen de forma tan notable los negros y mestizos en el desfile de ancianos desamparados que observamos hoy en cualquier sitio público? No es que sobren los negros, sino que faltan los blancos. Y aquí entra en juego el segundo dato. El torrente migratorio de los cubanos, en particular hacia Estados Unidos y Europa, ha roto sus propios récords en los últimos tiempos. Una de las causas del envejecimiento de nuestra sociedad radica justamente en que los jóvenes de varias generaciones han estado escapando de la Isla en multitudes constantes y crecientes. Y esos jóvenes, al menos hasta hace poco tiempo, eran generalmente blancos. Los motivos se conocen de sobra. Las desventajas históricas de negros y mestizos, agravadas por el estatus de total dependencia en que los sumió el gobierno y sazonadas por un sistema de adoctrinamiento que condujo a creer, durante mucho tiempo, que tal dependencia era redentora, en tanto garantizaba sus logros en materia antidiscriminatoria, hizo que los negros, por lo general, prefiriesen continuar en el país a la espera del futuro mejor tantas veces anunciado. Hoy esa situación ha cambiado. Los negros y mestizos se suman al incesante aluvión migratorio, convencidos ya del fracaso y del fraude del régimen, pero la emigración cubana es blanca en 83.5 %, mestiza en 12 % y negra sólo en 4 %. De aquí se deriva otra circunstancia tampoco refrendada por los gárrulos doctores de las ciencias sociales del oficialismo. Al alud de nuestros jóvenes emigrantes se agregó el de los ancianos, sobre todo hacia Miami y el resto de los Estados Unidos. Por sus extraordinarias dimensiones y su rareza intrínseca, los índices de emigración masiva de ancianos cubanos es otro capítulo de espanto para agregar a la historia de la revolución. Son los mayores de las familias de esos jóvenes que estuvieron emigrando en décadas atrás. Así que sobra aclarar que se trata de la gran estampida de ancianos blancos. Por tales rumbos nadie debe extrañarse de que sean mayoritarios los negros y mestizos en el batallón de desarrapados ancianos que vagan por las calles. A los agravantes de que la jubilación no alcanza ni para una comida diaria y muchos de ellos carecen de abrigo familiar u hogares propios, ni pueden recibir remesas del exterior como buena parte de los ancianos blancos, se suman las calamitosas insuficiencias y deficiencias del sistema de atención social que gestiona el régimen. Las 222 Casas de Abuelos( seminternados) y 145 asilos estatales ni alcanzan ni pasan de paupérrimas condiciones de alojamiento y pésimos servicios. Por su parte, la Iglesia Católica administra una veintena de asilos, pero para ingresar en ellos hay que demostrar que el candidato es católico activo y, además, está en disposición de entregar una propiedad, que al parecer serviría como garante para subir al cielo. El llamado Sistema de Atención a la Familia( SAF), gran aparato demagógico con inapreciable sustancia, alinea unos pocos, muy pocos, comederos de perfil barato para personas de bajos ingresos. En realidad, provocan vergüenza ajena estos
15