IDENTIDADES 1 ESPAÑOL IDENTIDADES 8 ESPAÑOL | Page 22

Esclavistas en tres y dos José Hugo Fernández Escritor y periodista Cubano, residente en Estados Unidos S onrisas irónicas, choteos y exclamaciones de rechazo en todos los tonos provocó en la población de Cuba la foto del apretón de manos entre el pelotero profesional Yasiel Puig y Antonio Castro, hijo de Fidel Castro y actual mandamás en los ámbitos beisboleros de la Isla. No era para menos. Hasta pocos días antes de su visita, Puig y los demás peloteros cubanos en Grandes Ligas (Major League Baseball-MLB) que visitaron su país natal en diciembre pasado eran calificados por el régimen como desertores y traidores a la patria. Sus nombres habían sido borrados del mapa y la publicación de sus imágenes resultaba tan censurada como la pornografía. Por un prodigio de taimada malicia dictatorial, aquellos compatriotas pudieron volver a reunirse con sus familiares y de nuevo fueron saludados y aplaudidos por la multitud de sus aficionados, tras haber sido condenados al destierro político, sin ser políticos, igual que tantos otros a lo largo de más de medio siglo. En franca bancarrota, sumida en crisis irreversible, sin futuro a plazo medio, con sostén apenas en la ayuda de algunos cómplices internacionales, la dictadura de los Castro parece haber reparado una vez más en el baluarte que representan los cubanos negros para su auxilio económico y político. De modo que nada les costó dejar de hacer ascos ante el béisbol profesional para echar a un lado dogmas e inquisiciones e impulsar un proceso de intercambios con la MLB en el contexto de algunos otros acercamientos a los dólares del enemigo imperialista. Si alguna duda quedaba sobre la inconsecuencia ideológica y el carácter esencialmente racista y antihumano del régimen, no hace falta más que asistir al espectáculo de este vodevil grotesco. Si alguien, por ingenuo o por se- cuaz, no creía en las evidencias del sistema neo-esclavista, que siempre se aprovechó del desamparo y la buena voluntad de nuestra gente, en especial de los negros, para ofrecer a cambio sólo migajas y dependencia, pues aquí lo tienen estudiando mecanismos para vender peloteros al enemigo, como si fueran tabaco o caña, con tal de embolsillarse la mejor tajada. De la misma forma en que se apoderó de todas las tierras y e industrias nacionales para hacerlas improductivas hasta convertirlas en ruinas, igual ha usado su poder totalitario para devastar las estructuras culturales y socioeconómicas. También se adueñó en absoluto de nuestro deporte nacional, con sus jugadores incluidos, so pretexto de librarlos de la explotación capitalista. Y lo único que hizo fue arrasar con todo hasta que finalmente terminó negociando, para su amañado provecho, con los tan demonizados explotadores. Esas negociaciones constituyen hoy el reducto de los esclavistas. Ojalá sea el último. Durante decenios sometieron a nuestros grandes jugadores de béisbol. Explotaron al máximo su talento y sus capacidades físicas, mientras los mantenían viviendo en la pobreza, dándoles apenas el mismo tratamiento que a los caballos de carreras o a los gallos de lidia. Nos les permitían viajar al extranjero, como no fuera en delegaciones oficiales y, aun así, estrictamente vigilados por la policía política. El colmo es que ni siquiera les concedieron nunca la posibilidad de retroalimentarse con las nuevas técnicas y adelantos propios de su deporte, lo cual hubiera favorecido una aproximación, en teoría al menos, al modelo y las ventajas de la MLB. Pero evidentemente, a los amos de la dotación les aterraba la perspectiva de que sus esclavos aprendiesen a juzgar y a escoger por sí mismos. Sin embargo, como 22