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una identidad alternativa, como motivo de
creación artística demandada por el mercado
internacional. El “Proyecto Salvación”, de
Duvier del Dago, es un conjunto de
esculturas medio ambientales que, en su
intrínseco contenido genérico, es referente
de la libertad, un estado o condición no
deseados. Simbólicamente representa el
malecón, como fenómeno exclusivo en la
ideología del habanero, vinculado con el
mar, la insularidad y el delirio de cruzar
aquel alguna vez. Sus tantas desventuras
registradas han necesitado un salvavidas,
para bien o para mal.
“Esta última idea me remite a este proyecto,
en el que he querido utilizar un objeto
símbolo de ambientes costeros y balnearios,
pero emplazándolo en un contexto cubano.
Uno de los objetivos es sorprender al
espectador, producir un extrañamiento al
encontrarse con este objeto, supuestamente
descontextualizada, en un espacio que,
simbólicamente;
ha
necesitado
un
"salvavidas".
Durante
los años 90 estos incidentes
migratorios se convirtieron en motivos
artísticos de alta demanda, algo muy difícil
de desmontar del imaginario por el
andamiaje heredado del consabido Período
Especial. El discurso contracultural de
identidad en la periferia urbana es ajeno al
discurso oficial sobre la imagen país
legitimado oficialmente, que también es
motivo de consumo en el circuito comercial
del arte. La bienal en el poblado costero de
Casablanca muestra las realidades de la
“Otra Cuba”, con el “Llega y Pon” para
muchos desconocido, y donde los problemas
que el individuo enfrenta, desde su situación
cotidiana hasta el escepticismo y el repliegue
de la colérica desesperanza, componen el
hastío. Los personajes del infortunio —en el
trasfondo de la existencia y disipados en los
caminos ancestrales de la devoción—
comienzan a manifestarse con más
asiduidad, desde el sincretismo de la
afrocubanía de origen occidental y otras
prácticas, en la lucha por la supervivencia.
Eluden el dialogo colectivo, el discurso de
las supuestas mayorías, para instaurase en el
reino de la introspección, las culpas y la
desconfianza en el futuro. Estos discursos se
repliegan sobre sí mismos; la enunciación
tropológica sigue las coordenadas de un
fenómeno que se intentaba validar como
estrategia en las prácticas artísticas, mientras
que los protagonistas tienen ya una sugerente
identidad visual, dialogan de manera oblicua
con la historia nacional, las prácticas
culturales ocultas, los bajos oficios y otras
dolencias
anímicas.
El
patrimonio
hipnotizado de la identidad y la memoria se
somete a aproximaciones diferenciadas
como expresión de la cultura tradicional
preferentemente. La desacralización del
paradigma estético, los íconos socializados,
los emblemas y las señalizaciones generan
un sistema de valores en una realidad otra,
en circunstancias ajena a cualquier
compromiso político e ideológico con
determinado sistema y contra toda forma de
adoctrinamiento. Es una manera de mantener
el estatus de autonomía e independencia. El
éxodo como alternativa de los sujetos de una
cultura subalterna, el sentimiento de pérdida
identitaria de su patrimonio, se evidencia al
desplazarse a otros marcos conceptuales
afectivos y expresivos. Estas direcciones
discursivas discrepantes de la población
subalterna,
desfavorecida
socialmente,
encauza su subsistencia en un orden moral
trasgresor, con códigos propios y conductas
de supervivencia marginal, conductas
trasgresoras laterales, establecidas en el
submundo que les tocó vivir, donde es
espinoso negociar con los emblemas y las
señalizaciones.
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