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Curiosamente, la adopción igualitaria fue
aprobada antes que el matrimonio entre
personas del mismo sexo, para el cual se
prevé pronta aprobación por el alto
tribunal constitucional, que ya admite
dicha unión a través del vínculo
contractual solemne, en el cual se
adquieren derechos de pareja sin
configurarse
institucionalmente
el
matrimonio.
Con
esta
inminente
aprobación por la Corte Constitucional,
Colombia se acerca a las naciones más
igualitarias del mundo y entra al pequeño
club de países que reconocen a la
comunidad LGBTI todos sus derechos.
Por supuesto estas decisiones tienen
muchos detractores, tanto en Colombia
como en la comunidad internacional,
quienes están representados por las
instituciones religiosas y los sectores
conservadores con el argumento de que el
matrimonio
igualitario
lesiona
el
concepto tradicional de la familia
conformada por un hombre y una mujer.
En Colombia han sido notorias las voces
opositoras al matrimonio igualitario y a la
adopción homoparental. Sin embargo, no
sólo están aisladas de las realidades
sociales, sino que también contrastan
visiblemente con los diferentes estudios
científicos y sociales que asumen el punto
de vista del interés superior del menor y
afirman que no se ha podido demostrar
que los hijos o las hijas de parejas del
mismo sexo se hayan visto afectados en
su bienestar psicológico por la orientación
sexual de sus padres.
De igual forma, aquellas posturas
rechazan tajantemente la importancia de
la adopción en la sociedad colombiana,
donde desafortunadamente hay muchos
niñas y niños bajo protección del Estado,
desprovistos de hogar y familia por
circunstancias asociadas con el abandono,
la pobreza y la violencia. La familia que
ahora puede ser homoparental puede
brindar el afecto y la motivación
requerida para el avance efectivo de sus
procesos de desarrollo integral. El debate
continúa de manera profunda en todas las
esferas del país; sin embargo, el tabú se
está moderando y se observa la
prevalencia de la tesis occidental de que
la libertad de un individuo termina donde
comienza la libertad del otro. De este
modo se demuestra que la unión de dos
personas del mismo sexo y su voluntad de
conformar una familia no causa daño a
nadie. Una cosa son las convicciones
religiosas y conservadoras y otra muy
distinta la evolución de la ley, que debe
contemplar el interés general. La garantía
de los derechos de las minorías es
fundamental para asegurar la estabilidad
social, el pluralismo, la tolerancia y el
respeto hacia los demás. Esa es la base
para consolidar valores democráticos
como la diversidad, la libertad y la
igualdad.
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