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Comprometer al sector
privado con la sociedad, ahora
Yusimí Rodríguez
Periodista
La Habana, Cuba

L

a calle Aguiar, en el barrio Santo
Ángel, Habana Vieja, es un
pequeño callejón que no parece
formar parte de este municipio, donde a
veces hasta en los sitios turísticos hay
pobre higiene y calles rotas. En Aguiar,
por el contrario, se respira buen gusto,
refinamiento y, sobre todo, prosperidad.
Se suceden una serie de cafes y
establecimientos privados con mesas al
aire libre y atractivas decoraciones y
tentadoras (y caras) ofertas en el interior.
Si usted pregunta en La Habana Vieja
dónde queda Aguiar, es posible que le
respondan: “Ah, el Callejón del Café de
los Artistas”, pero lo más seguro es que

digan: “El Callejón de los Peluqueros”, el
nombre más corto con que lo han
bautizado en los últimos tiempos. ¿Cómo
ha adquirido el callejón este nombre?
Gracias a un hombre que parece todo
menos peluquero. “En España, en un
evento de Patrimonio, dije que era
peluquero y el público entendía:
pelotero”. Y es que Gilberto Valladares (o
Papito, como se le conoce) no responde a
la imagen estereotipada que solemos
formarnos al escuchar que un hombre es
peluquero. No lleva un corte de estilo
(aunque tuvo el pelo teñido de rubio,
incluso antes de que muchos hombres se
atrevieran) ni tiene gestos amanerados ni
es gay.

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