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Construir la Cuba del futuro
De la identidad a la institucionalidad
Leonardo Calvo Cárdenas
Historiador y politólogo
La Habana, Cuba
Cuba enfrenta hoy el enorme reto de la
reconstrucción
política,
económica,
social, cívica, moral y cultural. Nuestra
nación está en la encrucijada de
convertirse
en
un
proyecto
irreversiblemente fallido o demostrar que
somos capaces de estructurar una
república fundamentada en el respeto a la
ley, los derechos de las minorías y la
dignidad de los individuos sin distinción
ni condicionamientos. En muy difíciles
condiciones, ciudadanos comunes y
activistas comprometidos compartimos la
responsabilidad de reconstruir nuestra
vida republicana, sin los lastres y
carencias que han marcado tan
negativamente nuestra convivencia por
varios siglos. Personalismos, violencia
del lenguaje y la acción política,
machismo e intolerancia, racismo,
corrupción, demagogia, injerencia y
profunda incultura cívica han opacado o
desplazado los atinados discursos y las
ejemplares elaboraciones institucionales.
Sin desterrar esos lastres, que se han
manifestado antes y ahora por encima de
alineaciones ideológicas o manifiestas
preferencias políticas, podremos vivir un
cambio más, pero no alcanzar la tan
anhelada
convivencia
moderna
y
civilizada. La pobre cultura cívica que
paradójicamente padecía un país como
Cuba, que en la primera mitad del siglo
pasado acumulo considerable prosperidad
material y una sólida y amplia
institucionalidad civil, permitió que el
castrismo lograra con relativa facilidad
secuestrar la nación y el destino de sus
habitantes, con graves consecuencias.
Hace casi sesenta años, ni nuestras
ejemplares Constituciones (1901, 1940)
ni los alcances económicos, sociales y
culturales impidieron que se impusieran
la intolerancia totalitaria y lo que es peor,
que se borraran las referencias de respeto
y garantías para la igualdad y la justicia.
A lo largo de estos años entre la mentira
institucionalizada y las manipulaciones de
un
discurso
demagógicamente
igualitarista y emancipatorio, se ha ido
imponiendo
el
más
flagrante
desconocimiento de
los
derechos
fundamentales
y la
más
grave
polarización social. Muchas veces se
cuestiona o critica la realidad cubana sin
abundar en el carácter institucional y
estructural de la violación de derechos y
libertades. Junto a esto, la ausencia del
valor del respeto a la ley hace muy
compleja la existencia de individuos y
colectividades. Las autoridades cubanas
no respetan ni honran sus propias leyes.
La inconstitucionalidad es el amargo pan
de cada día en Cuba. A todo esto se
agrega que ni en los estatalmente
monopolizados sistemas de educación y
de difusión mediática se proveen las
herramientas
de
conocimiento
y
autoestima cívicas que garantizan el
protagonismo y la beligerancia ciudadana
frente al poder del Estado. Intolerancia,
estricto control social e incultura cívica
permiten al régimen cubano inducir el
miedo y desconocer la soberanía
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