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simultáneamente, tanto a las políticas oficiales de administración del debate y fragmentación de la esfera pública, como a la necesaria introducción de temáticas relevantes: desigualdad, sexismo, racismo… y el mantenimiento de cierto espacio de reflexión, más o menos tolerado y sofisticado, incluso dentro de coyunturas de inmovilismo o conservadurismo político y teórico como la “Batalla de Ideas” (2000-2006). Según la Comisión Aponte de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)8, integrada por varios intelectuales orgánicos, la problemática racial encuentra en “la Revolución”, con su “obra de justicia social” e “igualdad de oportunidades para todos los cubanos”, que constituye el marco práctico e ideológico para resolver “la herencia de la desigualdad económica, del posicionamiento social y de subvaloración cultural “que “no ha podido ser eliminada en el tiempo extremadamente corto del poder revolucionario”. Se reconoce que “no basta con leyes de beneficio popular”, sino que también hay que “transformar estructuras sociales y desarraigar prejuicios enquistados”. Sin embargo, la Comisión plantea una línea defensiva y divisoria respecto a “algunos cubanos que buscan en el rejuego político la supuesta solución a este delicado tema”, llamando a que los problemas del país sean “solucionados por los propios cubanos”. Por último identifica un conjunto de acciones en curso, siempre dentro de las instituciones oficiales y al amparo de la consigna “Con la Revolución todo, sin la Revolución nada“, que ha definido la política cultural del Estado desde 1961.9 En sintonía con las posiciones del gobierno cubano se encuentran también los planteos de algunos intelectuales orgánicos como Jesús Guanche, Pedro de la Hoz, Denia García Ronda y Esteban Morales. Todos enfatizan, en uno u otro grado, la necesidad de subordinar el problema racial a “la unidad nacional” y al “proyecto nacional socialista”, cuyo garante es el gobierno, y enlazan el debate racial con la confrontación con los EE. UU. Guanche debatió en la revista Espacio Laical10 su rechazo a la conversión identitaria “afrocubana”, por considerarla nociva desde el punto de vista cultural e ideológico. Observa la denominación de “afrodescendiente” o “afrocubano” como una estrategia de subversión cultural e ideológica de las organizaciones afrodescendientes de los Estados Unidos contra la identidad cultural de la nación cubana, mediante las becas y eventos a los cuales son invitados los afrodescendientes cubanos. García Ronda identifica como un problema central que todos los cubanos somos pobres, lo cual es una mirada acertada sobre el desarrollo socioeconómico de las familias cubanas, de modo que las reivindicaciones de los afrodescendientes carecen de sentido específico.11 Este enfoque invisibiliza las desigualdades, la diferencia y la diversidad que trascienden a —y se imbrican de forma perversa— las desigualdades de clase e ingreso, reforzándolas. De la Hoz, miembro del Consejo de Dirección de la UNEAC, rechaza la pluralidad de la discusión dentro y fuera de Cuba, al colocarla en términos de fines ideológicos “espurios”: “Entre los que fuera y dentro de Cuba tratan de hallar fisuras que conduzcan a la desintegración del cuerpo de la nación, el tema de la racialidad, en tiempos recientes y con intereses aviesos, se ha puesto de moda”.12 En su caso aflora el rechazo a la autonomía discursiva y organizativa, frente al Estado, de las organizaciones y activistas afrodescendientes, en el 33