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Las referencias a los héroes nacionales hacían
hincapié en su posición con respecto de la cuestión racial. Las dos figuras más citadas eran, por
supuesto, José Martí y Antonio Maceo, quienes
creían en la fraternidad dentro de las filas insurrectas y daban prioridad a la idea de nación sobre
raza.8
Si bien ese nacionalismo llevó a oponerse al racismo, su manipulación por algunos sectores de
la burguesía blanca otorgó otra resonancia. Al
proclamar la inexistencia de las razas para reforzar el sentimiento patriótico, se borraba al mismo
tiempo las diferencias culturales y se negaba el
racismo, aun cuando su expresión era patente:
“Cuba, que no puede ser racista por razones de
historia y de familia […]. Paralelo a esto surgieron ideas racistas sobre la figura de Maceo.
Puesto que la aceptación del Titán de Bronce por
parte de las elites blancas como héroe de la guerra
independentista no fue tan evidente. En 1900, una
comisión nacional realizó estudios antropológicos sobre su cráneo para probar que su herencia
blanca fuese preeminente”.9
Por esta afirmación, la publicación de Atenas Occidental concurría a sostener el mito de igualdad
para ubicarse en perfecta armonía con el ideario
predominante.10 Esta y otras sociedades defendieron valores progresistas tales como que los negros
y mulatos necesitaban ser instruidos para igualar
a sus conciudadanos blancos y merecer su estima.
En este sentido, resulta interesante establecer un
paralelo entre las opiniones de Atenas Occidental
e Hijos de Maceo con el senador mulato Martín
Morúa Delgado.11
Para este último, la superación de la discriminación racial debía pasar por la desaparición de las
diferencias y el negro debía esforzarse por demostrar sus capacidades e incorporarse a las instituciones preexistentes. Morúa Delgado fue promotor de una enmienda constitucional que vetaba
la formación de partidos integrados por una sola
raza y con ello se opuso al Partido Independiente
de Color (PIC), que agrupaba mayormente a negro