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cuentan con indicadores y registros oficiales sobre la situación en que viven los afrodescendientes. De acuerdo con estimaciones de algunos organismos internacionales, como Naciones Unidas, CEPAL, el Banco Mundial y el BID, los afrodescendientes en América Latina representan por lo menos un tercio de su población total, es decir: unos 200 millones de personas. Y de ellas más del 50% vive en condiciones de pobreza y al menos la mitad somos mujeres. Desde todo punto de vista, las mujeres y niñas afro-descendientes son las más afectadas con esta situación, dada las condiciones de vulnerabilidad y riesgo permanente en que se encuentran por diversos factores estructurales y culturales. La mayor parte de las poblaciones negras se han localizado en las zonas costeras de América Latina y en el Caribe por factores históricamente determinados. No es casual que, en casi todos los países, las áreas donde se localizan los afrodescendientes sean las más pobres, las más aisladas y marginadas, donde se reporta un menor grado de desarrollo con pocas vías de acceso y bajo presupuesto en los servicios públicos. En dichas áreas los residentes están expuestos a inseguridad, violencia y a las más precarias condiciones socioeconómicas. En casi todos nuestros países, los y las afrodescendientes están concentrados en bolsones de pobreza dentro de las zonas urbanas, en áreas marginadas o tugurios alrededor de las principales ciudades. Las poblaciones afrodescendientes se caracterizan, en casi todos los países, por tener necesidades básicas insatisfechas que afectan con mayor intensidad a las mujeres y niñas afrodescendientes. Carecen de servicios básicos, niveles educativos bajos, altos índices de deserción escolar, alta incidencia de embarazos en adolescentes, hogares numerosos con alto porcentajes de jefatura femenina, insalubridad, hacinamiento habitacional e ingresos muy por debajo de la línea de pobreza. Las necesidades prioritarias de las mujeres afrodescendientes incluyen dar atención a su salud sexual y reproductiva, enfrentar la alta incidencia del VIH y la violencia doméstica y de género, incrementar la calidad de la educación formal y diversificar sus vocaciones técnicas, así como dar mayor acceso sin discriminación al mercado de trabajo formal y no tradicional (Enc uesta del BID a mujeres afro-América, Latinas, 2004). Trabajo y generación de ingreso En casi todas las comunidades afrodescendientes de nuestros países se observa un alto porcentaje de hombres y mujeres desempleados. En algunas comunidades se pudo verificar que cerca del 45% de la población económicamente activa no tenía acceso a un trabajo asalariado, el 50% de las familias dependía de un sólo salario y el 6% dependía completamente del sector informal (servicios personales o domésticos). Otro sector importante depende de las remesas que les llegan del extranjero (BID, 2004). Las mujeres afrodescendientes tienen alto porcentaje de baja escolaridad y generalmente realizan los trabajos menos remunerados y en las peores condiciones laborales. Son muy pocas las mujeres afrodescendientes que logran posiciones de mando y poder. Y cuando esto ocurre, generalmente se les somete a pruebas difíciles. Salud En un gran número de comunidades afrodescendientes, el servicio de agua es de muy mala calidad y frecuentemente causa diarrea en los niños. Se registran regularmente casos de hepatitis. En algunos países todavía hay hogares donde se utilizan pozos artesanales para el agua y no tienen sistemas de alcantarillado. Muchas mujeres negras desconocen la importancia del examen clínico de mamas ni saben lo que es una mamografía. Debido a la falta de información se mantiene una alta incidencia de cáncer de mamas y del cuello del útero, a pesar de que se pueden detectar con facilidad. Por la falta de educación sexual, también se exponen a contraer VIH-SIDA y otras enfermedades venéreas. Y los embarazos son frecuentes. Educación 42