IDENTIDADES 1 ESPAÑOL Febrero 2017 | Page 41

de conquistadores, las mejores tradiciones, junto a todas las estructuras culturales del país, y luego se apuran por formar cualidades. Porque, según los medios oficiales, esa es una de las prioridades del sistema de educación en la actualidad: formar cualidades en los niños, como imperativo impuesto por la pérdida de valores que hoy se cierne como epidemia sobre los cubanos. Lo cierto es que, si por cualidades entienden lo que en esencia hay que entender: cada una de las características naturales o adquiridas que diferencian a las personas de los animales y las cosas, entonces tendrían que empezar por: a) suprimir los matutinos políticos en las escuelas, b) buscar maestros capacitados moral e intelectualmente para formar cualidades, c) impartirse las autoridades a sí mismas la primera lección basada en la máxima de que para enseñar a decir la verdad, hay que aprender antes a oírla. Porque es de ahí exactamente, del simple hecho de decir la verdad y afrontarla, de donde habrá que partir para recuperar la perdida honradez, la dignidad, el amor propio, el civismo, la respetuosa consideración al semejante y todas las demás cualidades que el ciclón totalitario arrancó de cuajo a nuestra gente. El fingimiento y la mentira, impuestos como irremediables normas de supervivencia, han terminado alterando la idiosincrasia de los cubanos. Casi podría decirse que ya forman parte de nuestro perfil identificativo. Adoptamos fingir y mentir como expresión natural para todos los momentos y las circunstancias. Y no creo que algo importante puedan hacer, para formar cualidades en los niños, quienes muy alegremente han prescindido de cualidades durante la mayor parte de sus vidas. Para Confucio había tres maneras de aprender y ganar sabiduría: la reflexión, la imitación y la experiencia. Los líderes de la revolución cubana siempre han sobrepuesto la astucia a la sabiduría y confundieron el confucionismo al impartir únicamente la imitación y con patrones falsos. Así fueron enredando la mogolla socioeconómica hasta el punto en que hoy por hoy no lograrían desenredarla ni con la sabia ayuda de Confucio.
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