IDENTIDADES 1 ESPAÑOL Febrero 2017 | Page 112

y el fortalecimiento de una nueva cultura de ciudadanía( Jelin y Hershberg, 2006, 156). El sistema democrático que vivimos en América Latina no es adecuado para lograr esa combinación, ya que están perennemente en juego diversos intereses antagónicos, así como espacios en disputa. Es tan improbable como problemática la sobrevivencia de la democracia en medio de la diversidad económica y la división social por la injusticia en todo sentido, con sus desestabilizadores de pobreza y riqueza extremas. Para entender el panorama actual de la población afrodescendiente, desde una perspectiva crítica, nos ayudan a pensar las diversas situaciones cotidianas de pobreza y desigualdad que se transmiten a los espacios de participación en disputa.“ Hubo un tiempo, no muy distante, en que se creía que la pobreza y la desigualdad era una especie de sacrificio inevitable como precio que se pagaba por el progreso”( Nogueira, 2004, 83). Sólo que ese sacrificio no tiene fin y el crecimiento económico no se traduce en desarrollo social, porque las ganancias de las empresas en el mercado distan de contribuir al bienestar de la población en general y, particularmente, de los más pobres. Además, si la pobreza y la desigualdad de la población afrodescendiente fueran consecuencia del progreso, tendríamos que preguntarnos de qué progreso hablamos y para quién.
“ En una sociedad estructuralmente marcada por la desigualdad, por el conflicto creciente, por la pobreza generadora de discriminaciones que están en la base del apartheid social, por los riesgos de una sociedad dual, por la incompetencia del Estado para garantizar la igualdad jurídica, ¿ es posible una práctica de civismo que conduzca a una convivencia ciudadana? ¿ Es posible la construcción de una noción de bienestar y responsabilidad públicos que tengan como parámetro la garantía de los derechos básicos de toda una población?” [ Sí, pero ] a partir de un nuevo contrato que construya una medida de equidad y las reglas de civismo en las relaciones sociales”( Wanderley, 1996, p. 99).
¿ Acaso las comunidades afrodescendientes viven actualmente en apartheid social? No del siglo pasado, como en Sudáfrica, pero sí otro tipo de apartheid, más allá del cuerpo, que interfiere en la mente. El Estado burgués no tiene propuesta de salida ni garantiza la justicia igualitaria que fortalezca la democracia plena para el desarrollo de las comunidades afrodescendientes en la toma de decisiones y el respeto a sus derechos humanos. El aparato estatal cuenta con algunos medios y canales abiertos para que la población afrodescendiente pueda participar en las decisiones locales, pero se discute su efectividad:“ Los medios ofrecidos por la democracia parecen ser insuficientes, de manera que la sociedad pasa a influir directamente sobre la formulación de políticas mediante la interpenetración directa de los centros de decisión estatal por grandes organizaciones destinadas a la defensa de intereses sectoriales”( Keinet, 2000, 76). Tenemos la impresión de que los canales actuales de la democracia no permiten a la población afrodescendiente ejercer la ciudadanía, que sólo es plena para los grupos y centros de poder estatales o empresariales. La democracia debe pensarse en y venir del pueblo para hacer valer sus intereses y necesidades con respeto de las minorías. Y cuando hablamos de minorías no hablamos de los dueños de las grandes empresas, sino en los colectivos históricamente vulnerables, tales como las comunidades afrodescendientes.
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