diversos paradigmas y desafíos en la consolidación de estas prácticas con profunda influencia sobre la soberanía democrática. La democracia en América Latina presenta algunas características fundamentales, ante todo por venir acompañada de las mayores desigualdades de riqueza y de ingresos del mundo, así como por una soberanía que brilla por su ausencia. Se trata también de una democracia dividida, que atiende a la dinámica de mercados altamente oligopólicos con los gobiernos frecuentemente detrás de ellos. La democracia solo gana relevancia en el periodo electoral con su serie de teatralizaciones.“ Estamos, por consiguiente, en el peor de los mundos: democracias sin soberanía popular”( Borón, 1999, 37). Más allá del desarrollo de nuestro continente y del crecimiento de los mercados oligopólicos, las brechas sociales y económicas no disminuyen y hasta se incrementan en algunos países para perjudicar a los sectores y poblaciones históricamente vulnerables, como las afrodescendientes. Y realmente la construcción de la democracia que incluye la participación ciudadana de las comunidades afrodescendientes está guiada por un afán de justicia como verdadero objetivo final. De lo contrario,“ como forma política específica de organización de la ciudad, sería incongruente, pues se podría construir en torno a la búsqueda de fines incompatibles con ella misma”( Borón, 1999, 24). Entre las variantes de la democracia( Esping-Andersen, 1991, 93), una se identifica con la construcción nacional con ciudadanía que tiende a incluir los derechos sociales y otra, pluralista y de mirada pública, alimenta una intensa competencia de los partidos políticos por el favor de los electores, la cual estimula a su vez los gastos públicos crecientes.
Ambas variantes ofrecen perspectivas para entender el desarrollo de la ciudadanía de los afrodescendientes en la lógica de los derechos sociales y la necesidad de cierta formación en la participación, especialmente en la participación política, para combatir la cultura tradicional de competencia electoral de los partidos políticos. Las respuestas al proceso social por medio del cual se construye la ciudadanía, se levantan por la transición a la democracia en dos esferas:“ los procesos de aprendizaje sobre derechos y responsabilidades, y el desarrollo de una estructura institucional democrática”( Jelin y Hershberg, 2006, 156). Así mismo debe recordarse que la democracia, como forma de organización del poder social en el espacio público, es inseparable de la estructura económica y social sobre la cual descansa el poder. Y es en el espacio público que las diversas fuerzas sociales, económicas y políticas se confrontan para tomar decisiones. Así, la disputa por el poder tiene protagonismo, pero las diferencias de clase, raza, etnia y género se acentúan para privar de garantías a la participación, en pie de igualdad, de la comunidad afrodescendiente en la libre disputa democrática. Uno de los requisitos más importantes de la democracia estriba en un grado bastante avanzado de igualdad social:
“ Ningún teórico de la democracia se equivocó tanto al límite de sustentar que ésta solo podría funcionar después de ser eliminadas todas las diferencias de clases. Todas sin excepción. La democracia no puede sustentarse sobre sociedades marcadas por la desigualdad y la exclusión social. Para que el régimen democrático funcione, es necesario tener sociedades bastante igualitarias, y la igualdad, como recordaba el propio Adam Smith, debería ser de condiciones y no solo de oportunidades”( Borón, 1999, 33)
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