cultura bajo la acusación, entre otras cosas, de usar fondos financieros de origen dudoso. Y así el festival, en su mejor momento, dejó de pertenecer a sus creadores de la noche a la mañana. La victimización del arte se ilustra también en“ El rock en Cuba …”, de Marcia Cairo. Tras convertirse al triunfo de la revolución en género proscrito y perseguido como peligro social, el rock ha venido abriendo algunos espacios, aunque sometidos a revisiones y censuras de todo tipo. Y en aquellos lugares donde logra algún impacto popular y ganan prestigio, los espacios son generalmente clausurados. Cuando los proyectos y creaciones artístico-culturales se ponen a disposición de la población, no solo contribuyen a la meditación colectiva de los problemas de la vida diaria, sino también a la concientización de la necesidad de cambios sociales y la importancia de la participación de todos para lograrlos. Desde luego que así se transgreden los límites fijados por el control totalitario. Viene entonces a colación el trabajo de Manuel Cuesta Morúa“ Soma: la píldora contra el silbido y la risa de la cultura”. Con esta metáfora se aborda la detestable práctica de sublimar las contradicciones de la vida social— sobre todo su expresión en el movimiento cultural alternativo— en correspondencia con el dogma de Fidel Castro en sus Palabras a los intelectuales( 1961):“ Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Su aplicación se convirtió en el cimiento que justificó, sin la menor posibilidad de confrontarlo, las consecuencias más nefastas para la cultura cubana. Al respecto Cuesta Morúa apunta:“ De modo que, dondequiera que aparezcan el silbido y la risa de la cultura que nace de su fuente más auténtica, la sociedad, aparece el Soma del discurso cultural del poder tratando de releer y reconducir el mundo que les sorprende.”
El proyecto cultural de la revolución, ideado para mantener su control ideológico y socio-cultural, ha ejercido perniciosa influencia sobre otra manifestación artística: la pintura. Así lo demuestra Frank Correa en“ Pintores autóctonos en La Habana”. El autor toma como ejemplo tres representantes del arte pictórico que, como amantes de lo que hacen, no han dejado crear, pero han terminado en el ostracismo de sus hogares y muchas veces usan su valiosa obra para sobrevivir, obligados a ofrecerlas en humillantes y dolorosos trueques o ventas. Esta sección finaliza con la reflexión de Leonardo Calvo sobre los“ Honores inmerecidos y poca honestidad cívica” reflejados en la increíble distinción de Alicia Alonso como“ Hija Ilustre de Callejón de Hamel”, al cual la afamada bailarina no hace ninguna gala. No son pocos los exponentes de la danza cubana que han sido víctimas y dejado constancia del racismo de la directora del Ballet Nacional de Cuba. Además de insólita y ridícula, la distinción corrobora que, desde las esferas del poder, pueden tomarse decisiones sin importar la verdadera trascendencia ni la coherencia con la verdad histórica. Y como precisa Calvo Cárdenas,“ es más lacerante ver cómo quienes se presentan como luchadores contra el racismo guardan silencio indigno ante semejante agravio. Los activistas antirracistas oficialistas se muestran más preocupados por agradar al poder que por denunciar de manera consecuente las desigualdades e injusticias que padecemos.” Dada esta situación resulta incuestionable que el desarrollo e implementación de políticas y proyectos para enfrentar el desastre nacional pasa necesariamente por un proceso hacia la democratización del país. Y en este empeño han decidido enfrascarse los promotores de las“ Mesas de Iniciativa Constitucional …”, como dan cuenta Manuel Cuesta Morúa y el autor de
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