Idea Escrita FLOR AZUL | Page 22

echaran a la calle por pendeja, por abrir las p i e r n a s . Pe r o q u i é n podría esperar, quién iba a suponerlo: ¡Luciano afuera del baño! Quién podría adivinar que sería un estúpido caballero en armadura dispuesto a salvarla de la vergüenza de ser despedida. Entre las mil cosas que pudieron suceder, esa es la única que no predije. ¿En qué momento lo permitió el destino, en qué momento lo permití? Una dama de honor con c a l e n t u r a d e c o g e r, mientras las demás esperaban afuera y aplaudían la hazaña, mientras a Magdalena la peinaban en otra habitación, donde ni siquiera se enteró de las frivolidades de sus a m i g a s . E s o s ro s t ro s falsos, supuestamente inocentes, ensayados tantas veces. Esa voz que susurró a Luciano que debía perdonar a Magdalena. Esa frivolidad estúpida que él creyó. ¡Una fotografía que hizo llegar el “esposo” de la amante de Luciano! Una foto que yo encontré entre sus ropas, ¡el golpe final para Magdalena! Pero sólo fue un final para Luciano, que hoy termina en la locura, en el encierro, ¡en la muerte! Caigo de rodillas, una mentira lleva a la otra, después a la otra, ¡y otra más! Es un pozo sin fondo, atragantado de actos falsos y perversos. Espera que los niegue, ruega que los niegue. Arquíloco, entre lágrimas, grita que los niegue. Pero todos son verdad, todos los he planeado y ejecutado con terrible frialdad. –¡Bajo tu consejo, agonizante demonio de muerte! –digo, mientras tiemblo y señalo a Katerva, que por primera vez no tiene respuesta y prefiere guardar silencio. El resto de ellos me g o l p e a n e l ro s t ro a l mismo tiempo, con desesperación. –¡En qué pensabas, bruta! –gritan al unísono, mientras empino el frasco y engullo su contenido. Un remolino de oscuridad me envuelve, camino sin rumbo, sin destino, por las calles, los callejones, las piedras, entre los autos en movimiento. Sin embargo, los pies saben a d ó n d e i r, c o m o m i s pensamientos, que se dirigen al rincón más oscuro de mi presente. Voy a la casa de Luciano, que lleva días encerrado, perdido en un mar de locura que yo provoqué. Aquí estoy, parada como una estatua, escurro ríos de sal y tengo los ojos hundidos. El azul celeste de los ojos sólo era un recuerdo, sólo queda un río salado que cae de un lago blanco y rojizo, lleno de venas reventadas y rodeado de una piel de color azul profundo. Pasan no sé cuántos minutos, el efecto de la poción se convierte en un dolor punzante en la boca del estómago, cada vez más fuerte. Mi vista se siente borrosa, atravesada por mil demonios y un sudor cada vez más frío. La puerta de Luciano e m p i e z a a r e c h i n a r. Bruscamente, del interior sale un inverosímil ente flaco, inundado de locura, tristeza y soledad. Lleva las muñecas cubiertas por dos vendas sucias; el cuerpo es un esqueleto apenas cubierto de piel, que azota en el piso de pronto. Entre mareos, a tientas, a gatas, logro acurrucarme a su lado en un abrazo. Y como hizo Julieta, espero que la muerte nos alcance con una sonrisa. Acostada, me doy cuenta de que una sombra se acerca sigilosa. Llévame, muerte, aquí estoy.