Y tú sólo te sientas a
pensar, a quejarte de un
beso que ya no está. Ese
beso está perdido,
aunque lo extrañes. Y
sólo te sientas sin hacer
nada, ¡ya perdiste tu
beso! –grito, y él sólo
me devuelve gestos sin
sentido.
El portal se hace más
grande, igual que mi
deseo de abrir sus
puertas. Decenas de
imágenes se remueven
en sus entrañas, agitan
sus minúsculas manos,
me invitan a entrar. Las
sonrisas extrañas
enchinan mi piel, veo
rostros peculiares,
serpientes, gusanos,
fuego, ¡pero atravieso
todo con seguridad!
Suspiro profundamente,
avanzo con firmeza y sin
detenerme hacia
caminos oscuros.
–¡No perderé a Luciano,
que sólo quiere ser mi
amigo por culpa de una
puta, liberaré a todos
los demonios del
infierno para arrojarlos
encima de aquella
traidora! –grito.
Los tres pinzones salen
d e s u e s c o n d i t e y,
temerosos, miran por
encima de los hombros
del pensador. Se
convierten nuevamente
en sombras y, desde el
ático, hablan por
primera vez.
–¡Vuelve, ahí no hay
nada para ti! –gritan una
y otra vez.
A pesar de lo que me
dicen, cruzo sin
remordimiento. Llamo a
todos los demonios con
pequeñas gotas de orín,
que arrojo sobre la
ventana de un pequeño
artificio gris con forma
de lápiz. Con una cruz,
el artificio anuncia una
vida creciente, ¡una
falsa vida creciente que
nunca carga en su
interior!
Camino lentamente
detrás de Magdalena,
sonrío, ella sale del
baño y lloriquea. Yo me
detengo antes con la
piel helada, como una
estatua de hielo,
mientras escucho
murmullos conocidos y
una
prueba
de
embarazo que cae al
suelo, como un juego de
llaves que cae en la
oscuridad, o dentro de
una alcantarilla, y se
lleva la oportunidad de
entrar en otra vida.
Ahora estoy fuera del
paraíso, sin aviso ni
presagio, caigo como
una ficha de dominó,
reboto en una serie de
fatídicos eventos.
¿Quién iba a poder
predecir el encuentro
con Luciano, el choque
sorpresivo, los ecos
eternos que resuenan y
aturden? Entrar por esa
puerta sólo ha
s i g n i fi c a d o
la
destrucción de mi
mundo fantástico y mal
aventurado, el que hice
hace muchos años. De
todas formas, ya se caía
lentamente a pedazos,
¡a golpes! Luciano está
engatusado con
encantos vulgares, la
claridad me abofetea,
yo cambié la prueba de
embarazo en el último
segundo, convencí a
M a g d a l e n a , d u ra n t e
días, de que su piel
estaba demasiado
pálida. Así es, yo
preparé esa prueba de
embarazo para cometer
mi
venganza,
Magdalena cayó como
una incauta inocente
convencida de que
e s t a b a e m b a ra z a d a .
¿Quién se cree esas
estupideces? Su prueba
era el resultado de mi
noche con Luciano, la
puse ahí para convencer
a Magdalena de su
fantasía, para que la