si ella se le fuera presentando así, poco a poco.
Comenzó a tener menos y menos ganas de salir de su
cuarto, quería estar con ella, quería conocerla, amarla,
no dejarla sola. Pero tenía que comer, que ir a trabajar,
así que se presentaba en el trabajo y cumplía con lo que le
tocaba, con la misma diligencia de siempre, mas por
dentro, ya era otro, era un hombre enamorado.
Esa tarde le dibujó el pecho, era el de una mujer joven,
alegre pero reservada, y por un momento, casi juró que
escuchó latir su corazón.
El día que dibujó sus brazos, también decidió ponerle un
pantalón corto y una fresca blusa primaveral, llena de
pequeñas flores; los pies se quedaron descalzos.
Otro tarde sólo pudo definir su cuello y su barbilla, por
más que lo intentó, no pudo seguir; ya quería ver sus ojos
pero su mano no le respondía y eso le molestó, volteó
enfurecido la hoja y se fue a dormir.
En los siguientes tres días no dibujó nada, tenía miedo de
volver a quedarse inmóvil, sentía temor de no llegar a