Historia sobre la música clásica. Historia insolita de la musica clasica I - Alberto | Page 34
Historia insolita de la musica clasica I
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Alberto Zurron
entero». Mozart podría decir lo que quisiera, pero si había una lengua que
tenía atravesada y ni la saliva le dejaba pasar era el francés, cuyo desprecio
transmitió a su padre en un lugar tan desaconsejable como era la misma
carta donde le anunciaba la muerte de su madre y esposa de aquél. Escrita
desde París el 9 de julio de 1778, en ella se dolía no sólo de la muerte de
aquélla, sino también, cambiando abruptamente de tercio, de aquel odioso
léxico: «¡Si este maldito idioma francés no fuera tan execrable o infame para
ser puesto en música! Es verdaderamente mezquino, mientras que, por el
contrario, el alemán es divino».
A pesar de que su tiempo siempre estaba por llegar, a Mahler pocas cosas se
le resistían, mucho menos aquéllas que podía vencer con un poco de
dedicación y otro poco de dinero. De lo segundo andaba sobrado, de lo
primero no; así es que en 1892 adoptó como enemigo a batir su ignorancia
del inglés y lo dio por muerto cuando ese año fue contratado para dirigir en
Londres el ciclo del Anillo de los Nibelungos. Para librar aquella batalla
contrató como escudero a Arnold Berliner, un físico de la compañía eléctrica
Allgemeine Elektrizitäts-Gesellschaft. Desconocemos quién abatió a quién,
pero una muestra de su correosa terquedad nos la suministra el crítico del
Sunday Times, Herman Klein, contemporáneo de Mahler, quien decía de él:
«Nunca conocí a nadie que sabiendo tan poco inglés pusiera sin embargo
tanto empeño en hablar ese idioma y no otro. Aunque me encontraba con
Mahler muchas veces en la oficina de Harris (director del Covent Garden)
nunca pude inducirlo a mantener una conversación en alemán. Prefería
dedicar cinco minutos al esfuerzo por encontrar la palabra en inglés antes
que recurrir a su lengua materna». La misma terquedad puso Chaikovski
cuando se dijo que nunca era tarde si la dicha era buena y, con cuarenta y
tres años, en 1883, decidió aprender inglés para orientar su proa a otras
cabezas que no fueran las de cebolla con que se coronaban las iglesias rusas.
Llegado el año 1888 fue capaz de leerlo y entenderlo, pero se quedó a años
luz de hablarlo y de poder mantener una conversación básica, hasta el punto
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Preparado por Patricio Barros