Historia sobre la música clásica. Historia insolita de la musica clasica I - Alberto | Page 20

Historia insolita de la musica clasica I www.librosmaravillosos.com Alberto Zurron en 1876 se refirió a ella como no existente. Esta saturnina manía por desmembrar a sus hijos le duró prácticamente la vida entera. En octubre de 1891 (51 años), hallándose por tanto en la cima de su producción creadora, orquestó su poema sinfónico El voivoda, compuesto el año anterior. Se estrenó en Moscú, pero a juicio de su autor: «Mi nueva obra El voivoda resultó muy desafortunada y la destruiré». Obediente a su voz interior más que a ninguna otra, al día siguiente hizo pedazos la partitura, pero el pianista y primo de Rachmaninov, Alexander Siloti, que había dirigido el concierto, logró reunir las partes orquestales y tras la muerte del autor la partitura fue reconstruida y publicada. Se reestrenó en 1897 con cierto éxito. Quizá gracias a la severidad de los otros pudo educarse Chaikovski con severidad en la autocensura, haciendo más llevaderos algunos trastornos gástricos, como el que le provocó una de sus primeras óperas, el Oprichnik, estrenada en abril de 1874 (33 años), que a pesar de constituir un éxito nada desdeñable le indujo a escribir desde Italia dos semanas después a su hermano Modesto: «El Oprichnik no deja de atormentarme. La ópera es tan mala que en los ensayos siempre eché a correr (especialmente en los actos III y IV) para no verme forzado a oír una nota más». El mismo sentido de autocensura volvió a golpearle cuando tras una larga gestación concluyó su ópera Vakula el herrero, en la que a golpe de yunque creía haber forjado con el público una cadena más indestructible que la de Prometeo. Pero su estreno en 1876 rompió cada eslabón y Chaikovski, desde su inhóspito islote, vio cómo el público se alejó a la deriva. Aquella noche caló su pluma en lo más profundo de la tiniebla y escribió al pianista Taneiev: «El fracaso de la ópera es culpa mía. Está llena de detalles innecesarios, orquestada en exceso y mal escrita para las voces. Ahora comprendo por qué estuvo usted tan frío cuando se la hice oír en casa de Rubinstein». Y aún en el otoño de 1892 (52 años) recurría a tan saneadora práctica cuando destruyó la partitura de la que iba a ser su Sexta Sinfonía, muy avanzada en su elaboración e incluso parcialmente instrumentada, ello porque «contenía muy pocas cosas buenas. 20 Preparado por Patricio Barros