Historia sobre la música clásica. Historia insolita de la musica clasica I - Alberto | Page 18

Historia insolita de la musica clasica I www.librosmaravillosos.com Alberto Zurron Berlioz persiguió con ahínco durante años la conquista del Prix du Rome hasta que lo consiguió al cuarto intento en 1830, con una cantata de obligada composición cuyo tema era la muerte de Sardanápalo, pero años más tarde, avergonzado por la sumisión que había mostrado a los cánones tradicionales apetecidos por el jurado, renegó de la obra destruyendo la partitura. Beethoven a punto estuvo de hacer lo propio con la partitura de La victoria de Wellington, dedicada al duque inglés héroe de las guerras napoleónicas. Cuando se representó por vez primera fue bendecida por el público, lo que no obstó para que poco después el compositor confesara a su colega checo Tomasek que tal obra era «realmente una solemne estupidez». El joven Rachmaninov se quedó abrumado ante el fracaso de su Primera Sinfonía, decidiendo condenarla no a la revisión, sino al olvido, hasta el punto de que se dejó la partitura en su casa de campo de Ivanovka cuando con motivo de la revolución rusa en 1917 hubo de huir de Rusia. La obra se perdió durante los saqueos y fue localizada muchos años después en la biblioteca del Conservatorio de Leningrado, si bien sólo la parte orquestal, a partir de la cual pudo reconstruirse la partitura completa. Se reestrenó en 1945 con su autor ya muerto dos años atrás. Joaquín Turina padeció del mismo calvario con su obra de juventud Coplas a nuestro Padre Jesús de la Pasión, rogando a lo largo de su vida que se apiadaran no tanto de Jesús como de él y se destruyeran todas las partituras que se hallaran. César Frank había arado con no poco sudor su primera gran obra, Mozo de labranza, pero lo hizo sin caballo de tiro y tiempo después la aborreció por mediocre, confesando que ni siquiera era digna de ser impresa. En enero de 1866 llegó a Moscú proveniente de San Petersburgo un tímido y desconocido joven de veintiséis años con el fin de iniciar sus clases en el conservatorio. Lo primero que le dio por componer para galvanizar al stablishment musical ruso fue una cantata titulada Oda a la alegría, que sometió al juicio de su mentor Nikolai Rubinstein, quien la consideró poco menos que nefasta. Visto el escaso honor que hacía al título el compositor 18 Preparado por Patricio Barros