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pero apático, perezoso y dormilón jefe de bomberos, cuando se trata de un
incendio, que merced a su conducta, y a las circunstancias de que iba
acompañado, podía ser causa de un día de luto para esta ciudad, que con
tanta esplendidez y longanimidad le retribuye.
Y volvamos a la Mitología, esto es, al Mercado que por obra y gracia del
Espíritu Santo, de la trinidad fraternal, le ha tocado en suerte ser la teta del
señor D. Juan Abril.
Es el caso que este señor presentó un proyecto, que si no era muy
original, en cambio era muy malo, y váyase lo uno por lo otro, y de dicho
proyecto, diósenos una reproducción fotográfica que se parece al parto del
señor Abril como un huevo a una castaña. ¡Pobre señor Abril! Confiaba el
buen Arquitecto que después de tan larga gestación el vástago sería un chico
rollizo y hermosote, y ¡Oh rigor de las desdichas!, llega el momento crítico y
aparece un endriago asqueroso y repugnante, uno de aquellos bichos
grotescos que adornan las gárgolas de una especie de engendro mitad
chimpancé, mitad nomo, digno de figurar entre los acantos de un capitel del
periodo álgido de la fiebre artística gótica. Y hete me el señor Abril añadiendo
y quitando, edificando y derribando, abriendo y cegando, esto es, tejiendo y
destejiendo la eterna tela... de nuestro Mercado. ¡Ah, señor Abril! ¡Cuanto
hubiera ganado esta ciudad artística con no haberle conocido a usted!
¿Fue realmente un engendro los proyectos del Mercado elaborados
por D. Juan Abril?...
Probablemente, el Diario debió estar
convenientemente asesorado por algún técnico en la materia para hablar
como lo hace.
Y después de este comentario, añade:
Porque, vamos a cuentas: Podría usted decirnos, Sr. Arquitecto de
nuestros pecados, para que mandó hacer aquellos depósitos subterráneos por
cuyo suelo atravesaba el agua a las menores avenidas y que luego se cubrió
de bóveda para mas tarde cegarlos? ¿Sería para dar mayor solidez al
edificio? Pues se lució Vd., porqué logró conseguir todo lo contrario.
Podría Vd. explicarnos, ya que tiene Vd. la obligación y nosotros el derecho
a exigirlo ¿Porqué hace pocos días se tumbaba un arco, porqué el sábado se
derribaba una cornisa, porqué...?
Pero, ¿ha que preguntar más si Vd., no nos ha de contestar?
Y decimos que no nos ha de contestar, porqué tantos despropósitos
arquitectónicos, tantos dislates artísticos, no tienen razón alguna que los
abone; no hay argumento que les disculpe.
Sí, Sr. Abril, lo hace Vd. muy mal, rematadamente mal; y ya que no hay en
nuestro Municipio quien tenga un acto de energía, de virilidad y de interés para
el común, para proponer su destitución, usted que no ha de tener todos los
defectos y que algo tendrá de lo que a ellos les falta, deles una lección
destituyéndose a si propio. Es del único modo que podríamos perdonarle sus
desaciertos, y la única y sola manera como nos reconciliaríamos con usted.
Tras esta crítica mortificante, algo más que pocas simpatías, habría
cosechando nuestro hombre, algo muy gordo que estaba por venir y que
de alguna manera, daría la razón a quienes le censuraban de manera tan
despiadada.
Pero, no terminan aquí las indirectas... una cosa son los comentarios,
otra muy diferente las noticias, los hechos que se producen
continuamente, que ciertamente no son muy esperanzadores...
DIARIO DE TORTOSA - 29 de Octubre de 1885
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