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EL MERCADO EN CONSTRUCCIÓN
¡Que escándalo! ... Siguen los desprendimientos de los materiales del
Mercado, y cada día pasa lo mismo, a pesar de la inspección facultativa del
Arquitecto Municipal D. Juan Abril, y de los consejos del Síndico del
Ayuntamiento D. Bernardo Sacanella, que interviene en la obra, dándose aires
de gran maestro.
Anteanoche, sobre las nueve y media, vinieron al suelo, produciendo
infernal y estrepitoso ruido, algunas de las bóvedas que sirvan de remate a la
fachada, habiendo ocurrido esto en la parte interior y exterior, de modo que
desde la Plaza de Armas, se observaban claramente los desperfectos. Tan
pronto como circuló la noticia, gran número de curiosos se personaron en el
sitio de la ocurrencia, a pesar de la hora intempestiva, y del molesto aire que
soplaba. El Mercado va derrumbándose, decía la gente y crecían los grupos
por momentos. En efecto; así sucedía en parte, y es un bochorno para el
Banco de Tortosa, para el Ayuntamiento y para D. Juan Abril lo que ocurre en
la construcción de las obras del Mercado, cada día sujetas a mil incidentes por
los defectos que tendrán, careciendo de solidez, según viene comprobándose.
Poco faltó para que ocurriesen desgracias en el acto de los desprendimientos,
pues acertaba a pasar entonces por aquel sitio un conocido caballero, con su
señora. Si el suceso tiene lugar durante el día, no sabemos cuantos operarios
hubieran quedado sepultados entre los escombros, produciendo un día de
lágrimas y luto para Tortosa.
Triste, tristísimo papel el que representa aquí, en primer término, el Sr.
Arquitecto D. Juan Abril, que debe estar empeñado, según le decíamos en el
número del martes, en probarnos su desacertada gestión como Director
facultativo de aquella obra, rica en incidentes, pobre en hermosura, en solidez,
en belleza artística y en cuantas condiciones de seguridad y fijeza son
apetecibles para recomendar un edificio público, de la importancia de un
Mercado de hierro según el proyecto conocido, por supuesto que media gran
distancia entre los planos y la obra que se levanta, merced a la benevolencia
con que el Ayuntamiento, mira las cosas del Banco.
Leyendo tales comentarios, uno se entera de mil detalles de la obra
que de otro modo pasarían inadvertidos.
Los intereses de Tortosa, que son los del común de la ciudad, para nada se
atienden ni se consideran, sirviéndose solo las miras especulativas de una
sociedad particular. Y así se advierte a cada paso un tropiezo; a cada
momento, un fracaso; a cada instante, un hundimiento, una desgracia, un
incidente que pone en ridículo al Banco de Tortosa, por consentir una
construcción poco duradera: al Arquitecto, por no prevenir y evitar, con los
conocimientos de su carrera, las ocurrencias que vienen sucediéndose; y al
Ayuntamiento, porqué se encoge de hombros, no hace nada, todo le es
indiferente, pasa el tiempo, estudiando la manera de aumentar los tributos que
pesan sobre el contribuyente y de dificultar el tráfico comercial y agrícola; pero
cuando se trata del Mercado, del Banco y del Arquitecto, le domina la atonía, y
cada cual hace, como vulgarmente se dice, lo que mejor le importa: lo que le
da la gana.
¡Que situación es ésta! Causa asombro al mas extraño y al menos
interesado en el progreso moral y material de Tortosa. Entre la conocida
trinidad, se lleva la dirección de los negocios públicos con un desacierto que
subleva y produce la ira de la indignación mas enérgica.
¿Que hará el Síndico del Ayuntamiento, D. Bernardo Sacanella y Vidal, y
Secretario a la vez del Banco de Tortosa, ante el desprendimiento de
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