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PREPARATORIA
captar la realidad cotidiana, reflejo del interés, muy propio de la
Ilustración, por las costumbres y fiestas populares.
Algunos han querido ver en esta obra, como en otras de la serie, un
atisbo de crítica social y un cierto matiz burlesco al contraponer la
ociosidad de la nobleza (la dama del carruaje) con la laboriosidad del
pueblo (el comerciante), aunque el destino de las piezas (las estancias
reales) lo hacen improbable.
La Familia de Carlos IV
(1800-1801).
Paralelamente
actividad
a
su
como
cartonista (un trabajo
menor),
Goya
realiza
una serie de retratos
para
la
nobleza
madrileña (La Condesa
de Chinchón, La Familia del Duque de Osuna, etc.) y comienza a
adquirir cierto prestigio consiguiendo el cargo de Pintor de Cámara y
un encargo para pintar a la familia real.
Para ello realizó en el verano de 1800 una serie de bocetos de los
miembros de la familia (se conservan también en el Prado) a partir de los
cuales compuso luego la obra definitiva. Orgulloso de su nueva posición
Goya se incluye en el cuadro, como había hecho Velázquez en las
Meninas. Sin embargo las similitudes con la obra de Velázquez acaban
aquí.
Frente a la sensación de espacio, de atmósfera, de la obra velazqueña
en esta la sensación es de ahogo, de falta de espacio, al carecer de
punto de fuga y situar a todos los personajes en hilera y en plano único
sólo roto por la posición adelantada de algunos pies.
Tampoco hay aquí la naturalidad de instantánea que Velázquez
consiguió en las Meninas, sino una pose fría y calculada. El esplendor
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